De siempre uno ha pensado que de poco sirve cambiar los gobiernos si no se cambian las políticas. No hay que desesperar. Bien pudiera ser que el acreditado veletismo de Zapatero procure algún día, a ser posible antes de las elecciones y aunque por equivocación fuera, que se decida a adoptar alguna medida económica de izquierdas. De todos modos que no se alarme Díaz Ferrán, que bastante tiene con el sofoco de no optar a la reelección, porque, de momento, no se atisba el humo de esas algaradas bolcheviques. De hecho, ha dejado en su cargo a la ministra Salgado justo un día después de que nos diga que el si el déficit no se recorta como debe pedirá más sacrificios a la ciudadanía. Y no crean que ella se conforma con que le juremos que no vamos a arrebañar la salsa de los callos. Habla de rascar la poca calderilla que nos va quedando en los bolsillos. Eso sí, ya sea por un juego de compensaciones o por una conciencia social con efectos retardados, ha querido el presidente del Gobierno designar como titular de Trabajo a alguien que, según cuentan, asistió a la manifestación contra la reforma laboral que ahora le tocará aplicar.

Así, sin más, acaso se antoje una desazonadora contradicción pero por algo a uno le nombran ministro. Ya verán como encuentra alguna excusa propia o le elaboran un dossier en power point sus asesores. Dicen de don Valeriano, hombre de contrastado perfil sindical, que es furibundo defensor del diálogo social. Honrarle le honra, pero, ciertamente, después de las tropelías ya caligrafiadas en el BOE por el Gobierno que le nombra sólo le va a quedar hablar con Méndez y Toxo de dónde van a pasar la Nochevieja. De eso o de la reforma de las pensiones si queda un ratillo aunque ya se sabe que, por eso del legendario talante que se instaló en Moncloa en lugar de los bonsais, a los sindicatos se les escucha pero luego es el FMI quien manda. Es decir, o te haces un francés, a ver si me entienden, o te cuelan la jubilación a los cien años y una penalización en las cuotas por insolidario si no los cumples.

Y será por cumplir con sus solemnes compromisos por lo que Zapatero ahora se carga ese Ministerio de la Igualdad que vendió como el invento más transgresor desde que vio la luz el helado de chorizo. Era tan, tan vital que con apenas dos años se esfuma cuando la igualdad de la mujer sigue siendo una asignatura pendiente y cuando, a día de hoy, entre sus labores estaba presentar informes para constatar que las empresas les pagan menos que a los hombres ¿Han probado a enviar a esos centros de trabajo que chequean con afán estadístico a un par de inspectores para sancionar a los responsables empresariales por ello? No sé si para eso hacía falta o no un ministerio salvo que hubieran creado uno del sentido común. Más digerible es la desaparición de un departamento como el de Vivienda no sólo por la delegación de competencias en las autonomías sino porque, con la crisis económica, no se vende un adosado desde las promociones inmobiliarias de Atapuerca. Menos mal que siempre nos quedará Rubalcaba.