Uno andaba ya con la mosca detrás de la oreja desde que Janet Yellen dijo en el Senado aquello de que «habrá que profundizar en los estudios que estamos realizando para ver si el mal tiempo está condicionando realmente la marcha de la economía». Y el Libro Beige ha corroborado esa impresión, señalando al mal tiempo como el culpable del desaguisado.

Me recuerda a Napoleón cabreado ante los estragos que había causado en su ejército el ‘General Invierno‘ durante la campaña rusa. O a aquél ministro español de economía que ante la inflación galopante de finales de los años 70 le echaba la culpa al pollo de las subidas de los precios.

No quiero decir con esto que el tiempo, la mala climatología, no esté influyendo en la economía americana. Lo que me resisto es a creer que es el culpable de todo.

Y no parece que sea yo el único que tiene esta impresión. Da la sensación de que Wall Street se ha quedado petrificado. No se han atrevido ni a bajar ni a subir. Se diría que aún están frotándose los ojos y decidiendo qué hacer. Movimientos de escasa amplitud y un final de sesión que deja las cosas casi como estaban…

Al cierre, el Dow Jones perdió un 0,22%, el S&P un 0,01% y el Nasdaq Composite un 0,14%.