Los precios, otro dolor de cabeza

11/04/2014

Maite Vázquez del Río.

A España le crecen los enanos. Sin solucionar los problemas principales, con esos macrodatos que nuestros gobernantes blanden como la gran ‘esperanza blanca’, aunque los ciudadanos de a pie sigamos con la crisis sobre nuestras espaldas, ahora planea sobre nuestras cabezas la sombra de la deflación.

Visto en principio podría ser bueno para nuestros mermados bolsillos. Que bajen los precios es motivo de alegría cuando los salarios no hacen más que bajar o si suben lo hacen en décimas. Y eso para los afortunados que tienen un empleo. Para los que aún siguen en las listas del paro, más que alegría, es una posibilidad de poder comer algún día más.

Hasta El Corte Inglés se ha dado cuenta de que la mejor manera de poder vender es bajar los precios. Esta misma semana acaba de anunciar una revisión a la baja de más de 8.000 productos de alimentación y droguería. Aunque su propósito siga seguir liderando el 25% de estas ventas, para los que compramos nos supone ahorrarnos unos cuantos cientos de euros al año. Así que bienvenido sea.

Pero claro está, los economistas vienen y nos echan un jarro de agua fría. Intentan ahogarnos la alegría al decirnos que no es bueno. Y no es bueno porque corremos el riesgo de caer en deflación. Vaya palabreja a la que debemos enfrentarnos después de que en los años de bonanza el peligro fuera que la inflación subiera por encima del 2%.

Nos aseguran los expertos económicos, a lo que nuestros gobernantes asienten, que los bajos precios son también sinónimo de problema. ¿La razón? Una bajada continuada de precios supone que compramos más, pero los empresas no logran suficientes ganancias como para seguir produciendo más. Lo que se traduce en que ingresan menos, pagan menos dinero en impuestos, y la economía del país crece menos.

Total que comprando más barato seguiremos siendo más pobres como país, no lograremos reducir el déficit público, luego seguirán los recortes, ni podremos pagar la cada vez más creciente deuda pública, que tal vez nuestros tataranietos consigan adelgazar.

En fín, que la teoría económica no nos da ni un respiro. La situación económica sigue siendo mala, pese a las previsiones esperanzadoras de todas las instancias nacionales e internacionales, y los datos reales de recuperación siguen siendo mínimos. No hace falta nada más que ver la creación de empleo. En marzo, 16.000 desempleados menos. El mejor dato de la historía, pero qué cifra es esa mientras haya casi seis millones de parados. A ese ritmo hará falta más de una década para volver a los niveles anteriores a la crisis (tasa de paro del 8%, frente al 25% de ahora).

Por si acaso, nuestra autoridad monetaria, el BCE, ya ha dicho que saldrá en nuestro auxilio. ¿Será verdad?

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