Cuando uno está desesperado se agarra a un clavo ardiendo buscando algún tipo de salida a su situación. El ajusticiado, si pudiera, se agarraría a la soga para tratar de evitar su ahorcamiento.

Ahora el Gobierno habla de una recuperación que sólo se percibe en la macroeconomía mientras los ciudadanos de a pie siguen con sus angustias de los últimos años, engrandecidas si cabe por qué no ven ninguna luz que les permita salir de este túnel. No es de extrañar qie se agarren  cualquier pequeña luz con la que mantener la esperanza de un dudoso futuro mejor, al menos de forma más o menos próxima.

En Barcelona estos días muchos vuelven a mirar al cielo y es que otra vez se ve trabajar alguna grúa –no demasiadas- del ramo de la construcción. Los desesperados otean el horizonte buscando nuevos síntomas que les digan que algún sector empieza a recuperarse aunque no sea precisamente el suyo, pero por algo se empieza.

La actividad en la construcción es mínima, pero ahora hay alguna además de las obras del templo de la Sagrada Familia que, gracias a los japoneses, no tiene problemas de financiación y trabajan a pleno rendimiento (era la excepción de la regla de los últimos años).

“¡Estamos saliendo de la crisis!” repiten hasta la saciedad los responsables del Gobierno y como decía Goebbels una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, aunque sólo la pronuncien por motivos electorales, como antes lo hacían hablando de “brotes verdes”. Muchos, como santo Tomás, mientras no lo vean no se lo creerán, por ello las cuatro grúas que se mueven por el cielo barcelonés suenan a gloria y permiten soñar, aunque de momento sólo soñar. Como escribió Calderón de la Barca, “los sueños, sueños son”.