El pimpollo que susurraba a los próceres

20/10/2014

Carmela Díaz.

francisco_nicolas_gomez-iglesias_0Sorprendida me hallo ante el revuelo mediático y social desatado por las aventuras y desventuras de le petit Nico. No sean ustedes tan ingenuos. Franciscos Nicolases campean por millares entre las entrañas de los grandes partidos, quizá sin los delirios megalomaníacos del susodicho ni con su desparpajo, pero cortaditos todos por el mismo patrón. No hace falta más que darse una vuelta por cualquier sarao partidista de postín para descubrirlos a la vera de los prebostes.

Las juventudes de las formaciones políticas han quedado reducidas a criaderos de aspirantes a cualquier cargo por la vía rápida. Mostrando sumisión a quien tiene capacidad de otorgar dedazos y jurando amor eterno a unas siglas contra viento y marea, pueden ocupar poltrona vitalicia y disfrutar de prebendas por doquier. Aterrizar en un partido desde la adolescencia y hacer carrera medrando supone el Ítaca particular de estos embriones potenciales de Blesa&Cía. Me viene a la cabeza un entonces jovenzuelo -clon del protagonista de la semana- que hace pocos años se dedicaba en la primera planta de Génova 13 (sede regional del PP madrileño) a abrir puertas y retirar sillas para que Aguirre reposase sus regias posaderas. Ahora es consejero de la Comunidad de Madrid. Les cito éste como podía enumerarles mil casos similares más.

Carmela Díaz

Carmela Díaz

En estos eventos organizados a mayor gloria partidista también proliferan los pelmas “pide fotos” que persiguen sin tregua a sus líderes para coleccionar las consabidas imágenes de rigor. A la par que las fotografías quedan plasmadas para la posteridad, la euforia de estos hooligans se desata, corriendo raudos a pasear la instantánea por las redes sociales. Don Nicolás fusionó con maestría ambas cosas: darse a conocer con honores entre la cantera popular y tirar de álbum de fotos para iniciarse en el beneficioso arte de medrar a lo campeón. A la par que se montaba una vida paralela en su cabeza…

Las andanzas del aprendiz de trepa son una anécdota en sí mismas,  pero nos demuestran algo muy grave, una vez más. Los contactos, el mangoneo, las comisiones y el nepotismo son una forma habitual de hacer negocios en España. Las travesuras del joven farsante reflejan el proceder de las cúpulas política, económica y financiera. Influencias, gestiones en la sombra, trueque de favores, mamandurrias, apariencias, la supremacía del a quién conoces frente al cuánto vales. Ese compadreo de las élites para bordear o atajar la legalidad que desvelo sin tapujos en El sexto hombre

Resulta obligado reflexionar sobre el origen: los supuestos estafados asumían con normalidad una mordida al Gobierno y a las administraciones públicas. El régimen corrompido en su máximo esplendor. La podredumbre del sistema como estandarte. ¿A los que se sentaban con él, le escuchaban, cerraban tratos e incluso le pagaban con alegría nadie les preguntará nada?

Al pimpollo que susurraba a los prohombres le faltó picardía. Hacía lo que casi todos, pero sin pertenecer “oficialmente” al tinglado y esa fue su perdición: sin cargo ni alcurnia ni padrino jamás alcanzarás  la impunidad, chaval. Este jeta de altos vuelos nos ha puesto al descubierto  la estupidez supina de esta sociedad. Y en bandeja a los que caen rendidos ante un cualquiera que les ofrece la posibilidad de parné vía tráfico de influencias.

Mientras la picaresca hispánica copa titulares y tertulias, la mujer que combatía ferozmente contra un virus maldito, todavía postrada en una cama, confesaba que vencida esa batalla volverá a atender a otros infectados. Las dos Españas.

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