¡Qué huevos, señor Rajoy!

15/12/2014

Carmela Díaz.

Nuestro querido Presidente da por acabada la crisis. Que se nota en los salarios, dice. Que levante la mano el lector cuyo sueldo en los últimos meses haya cotizado al alza o su poder adquisitivo haya mejorado ostensiblemente (absténgase los agraciados con premios en juegos de azar y loterías del Estado).  ¡Rediós! ¡Qué huevazos atesora don Mariano!

Carmela Díaz

Carmela Díaz

Que la economía española (en términos macroeconómicos) se encuentra en proceso de recuperación parece obvio, aunque con cautela, que tampoco los indicadores son para tirar cohetes. Pero las familias de renta media y baja, es decir, la inmensa mayoría, no han percibido indicio alguno de la supuesta superación de la crisis. Y la tasa de desempleo continúa tan disparada que la euforia de las altas esferas y las palabras grandilocuentes están de más. El exceso de optimismo con cerca de cinco millones de parados y familias pasándolo realmente mal demuestra por enésima vez cuán alejados están nuestros gobernantes de la realidad de la calle. Que el Presidente saque pecho por su personal percepción de jarana en barras de cafeterías (¿en el anuncio de la Lotería de Navidad, quizá?) y mesas de restaurantes  (en ¿El Manolo? ¿Paradís? ¿La Ancha? ¿El rincón de Esteban? por citar algunos establecimientos cercanos al Congreso, muy apreciados por sus señorías) resulta osado, casi irresponsable. Los de a pie no daremos la crisis por finiquitada hasta que no desterremos de los sucesos diarios los inhumanos desahucios, hasta que las colas matutinas de las oficinas del INEM sean historia, hasta que los repletos comedores de Cáritas y bancos de alimentos no sean la tónica habitual, hasta que nuestros jóvenes dejen de emigrar para encontrar una primera oportunidad laboral o hasta que la calefacción no sea un artículo de lujo en demasiados hogares españoles.

Entramos en año electoral y resulta obvio que los líderes políticos calientan motores para sus hooligans incondicionales y van lanzando mensajes en clave de votos: hay que vender la burra como sea (aunque ya no cuele). Pero como estos tíos del poder siguen permaneciendo en un universo paralelo, alejado del sentir general, no han debido apreciar un par de cosas: una, que el vulgo anda tan cabreado que los mensajes -y argucias- que antaño constituían un revulsivo electoral en la coyuntura actual pueden volverse en su contra. Y dos, que la mejora en la economía ya no es la panacea de la tierra prometida. Los flagrantes escándalos de corrupción, latentes en el corazón de las formaciones políticas tradicionales, amenazan con llevarse por delante incluso esa anhelada superación de la crisis. Además del crecimiento de los indicadores desde el populacho también exigimos cárcel para los corruptos, denuncias de irregularidades desde las propias filas de los partidos, devolución de hasta el último céntimo de lo robado, absoluta transparencia en los asuntos y presupuestos públicos, dinamitar el nepotismo imperante en las últimas décadas, el escarnio para trepas y advenedizos, la clausura de las puertas giratorias y un aislamiento social a blanqueadores, saqueadores de las arcas del Estado y demás fauna variopinta amante de corruptelas de órdago.

Se ha tensado tanto la cuerda de las desvergüenzas y los latrocinios de guante blanco y apellido de postín que la economía ya no lo es todo para el común de los mortales, don Mariano. Y quizá SU crisis haya finalizado pero para la inmensa mayoría de los españoles las carencias, estrecheces, miserias, frustraciones, desesperación y hasta pobreza no son historia. Otra cosa es que su nivel empático con la ciudadanía permanezca hibernando. O en el limbo catódico que tanto aprecia.

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