Escenificación de una «fumata blanca»

20/02/2015

Maite Vázquez del Río.

El órdago de Grecia ha funcionado. Estas últimas semanas hemos asistido a una de las mejores escenificaciones a la europea. La firmeza de Angela Merkel y Wolfgang Schäuble, que han demostrado que son ellos los que deciden y mandan en el grupo de los países que funcionan con la moneda única; el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que ha interpretado un papel moredador y pacificados -pese a su pesimismo inicial- y los reyes del drama griego -no en vano el drama fue inventado por los griegos- Tsipras y Varoufakis.

Era imposible que Melkel diera su brazo a torcer. La dureza exigida por la primera potencia económica hasta ha sido criticada esta semana por el propio Jean-Claude Juncker, que reconocía que las medidas fijadas para Grecia, Irlanda o Portugal atentaban contra la dignidad de los ciudadanos de esos países. Pero también los nuevos políticos del panorama político griego debían salir bien parados. Que tomen nota el resto de los países, como España, con Podemos.

¿Cómo conciliar la ausiteridad y recortes fijados por Merkel con la recuperación de la dignidad de los griegos? Tras largas reuniones, idas y venidas, desencuentros y desavenencias, los griegos han conseguido extender su rescate cuatro meses. Algo es algo. A cambio deberán presentar nuevas reformas, sin mucho tardar: este mismo lunes. Puede parecer que Alemania gana.

Pero las reformas exigidas no suponen más austeridad ni recortes. Luego Grecia también gana. La cantidad del rescate es de 240.000 millones de euros (hasta hay quienes hablanb de un tercer rescate). Ante tal magnitud, Tsipras debe ‘tragar’ por la supervisión de la troika (los ‘hombres de negro’ del FMI, CE y BCE) de las reformas que presente. La diferencia es que en Grecia en lugar de ‘troika’ se llamarán las «instituciones’.

Tampoco el Gobierno griego podrá realizar reformas unilaterales que afecten a las reglas básicas fijadas por Alemania: objetivos fiscales, recuperación económica y estabilidad financiera. Pero el Ejecutivo heleno debe demostrar a sus ciudadanos que son ellos los que gobiernan en el país y no que las directrices surgen de Berlín. Como ha dicho Varoufakis, los griegos vamos a ser «coautores de las reformas que queremos aplicar, que vamos a dictar».

También el equipo de Tsipras se compromete a responder a los vencimientos de su deuda. Hay que pagar, es la obligación de cualquier deudor y no vale que ellos no firmaran la «hipoteca» del país, porque la deuda sigue existiendo. Eso lo exigía España, cuyo ministro de Economía, Luis de Guindos, recordaba que nuestro país ha puesto más de 26.000 millones para ayudar a sus socios griegos, pese a estar también pasándolo mal en España. Por eso, Varoufakis ha reconocido que su país pagará a sus acreedores de forma «completa y puntual». De la quita o canje de deuda prometidos a los griegos durante la campaña electoral, nada de nada.

Además, habrá que ver cómo el Gobierno de Syriza aprueba su nueva legislación para revertir la reforma del mercado laboral y su paquete de medidas sociales, que tenía previsto para esta semana. De momento, ni subirá el IVA ni recortará las pensiones. Y eso es una victoria-

El acuerdo, por tanto, no deja mal a nadie. Tsipras ha conseguido seguir sin ponerse corbata y Merkel sentir que los helenos seguirán haciendo lo que ella dice, aunque se llame de otro nombre. Los ciudadanos griegos, al menos, tendrán dinero pagar sus pensiones, sanidad, eduación, administración… y sin más recortes. Lo dicho: un drama girego con final agridulce al que le falta el epílogo: el «futuro Contrato para la Recuperación y el Crecimiento de Grecia», que definició Varoufakis.

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