Duran Lleida tuvo la sensatez de obviar el tema de la corrupción en su intervención en el debate del estado de la nación. Cuando tienes el problema en casa mejor es no criticar escándalos idénticos que tienen la mayoría de las formaciones. A parte de las grandilocuentes promesas de poner remedio es evidente que las palabras se las lleva el viento y realmente ningún responsable está dispuesto a asumir el problema. Como decía una canción de La Trinca, los políticos prometen el “vamos a tomar medidas” lo que en román  paladino significa “no hacer nada”.

La demoscopia demuestra que uno de los mayores problemas que tienen los ciudadanos –paro aparte- es la corrupción. Si se profundizara en el cuestionario no es necesario ser adivino para deducir que los españoles tienen la sensación de que toda la clase política es corrupta (aunque ello, seguro, es una exageración) y se tiene la impresión que –parodiando el dicho, “la mujer del césar es igual que sea honrada, basta que lo parezca”. Por extensión se transmite la imagen que los políticos que han de acudir al juzgado sólo son unos cabezas de turcos en una actividad que –aparentemente- está mucho más generalizada (ahora que se acercan las elecciones municipales sorprende el interés que tienen los profesionales de la construcción en la política local presentándose  como candidatos, sobretodo en los pueblos medianos o pequeños).

Con el ejemplo que dan, suena ridícula las campañas que hace el Gobierno asegurando que “hacienda somos todos. En cambio si que se extiende la idea que si los poderosos se aprovechan de un sistema que admite las corruptelas, sus paraísos fiscales o su ingeniería financiera, por qué el ciudadano de a pie no puede ahorrarse unos dinerillos cuando le piden el “con iva o sin iva”, por qué ha de ser el único pagano de este país. Y si te pescan, pues mala suerte.