La debilidad de las tormentas provoca oleadas de calor extremo

20/03/2015

diarioabierto.es.

La actividad de tormentas en gran parte de Estados Unidos, Europa y Rusia se ha calmado significativamente durante los veranos de las últimas décadas, pero no es una buena noticia.

El debilitamiento de los vientos fuertes asociados con la corriente en chorro y los sistemas climáticos prolonga y, por tanto, intensifica el calor extremo como el que sufrió Rusia en 2010, causando la pérdida de cosechas y provocando devastadores incencios forestales.

Así se muestra en un estudio que será publicado en la revista ‘Science’ por un equipo de investigadores del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), en Alemania. Su autores vinculan los hallazgos a los cambios en el Ártico causados por el calentamiento global antropogénico.

«Cuando las grandes corrientes de aire en el cielo por encima de nosotros se alteran por el cambio climático, esto puede tener efectos graves en el suelo», afirma el autor principal Dim Coumou. «En verano, las tormentas transportan aire húmedo y fresco de los océanos a los continentes, proporcionando alivio después de periodos de calor opresivo. Por el contrario, los periodos de inactividad hacen que las condiciones de clima cálido perduren, lo que resulta en la acumulación de calor y sequía», explica.

Estudios previos realizados por otros científicos se centraron principalmente en las tormentas de invierno, ya que suelen ser las más dañinas. Mientras que a nivel regional la frecuencia o intensidad de las tormentas de invierno puede cambiar, la actividad media de la tormenta en la temporada de frío se mantiene prácticamente sin cambios.

Sin embargo, en verano, el análisis de los datos de observación procedentes de estaciones meteorológicas y satélites revela una clara disminución de la actividad media de las tormentas, lo que significa una reducción en la frecuencia o intensidad o en ambas.

Los científicos estudiaron un tipo específico de turbulencias, conocidas como remolinos sinópticos, y calcularon la energía total de la velocidad de sus vientos. Esta energía, que es una medida de la interacción entre la intensidad y la frecuencia de los sistemas de alta y baja presión en la atmósfera, se redujo en aproximadamente un décimo desde 1979.

«El cambio climático continuo probablemente debilitarán aún más los patrones de circulación de verano, pudiéndose así agravar el riesgo de olas de calor», dice el coautor Jascha Lehmann, también del PIK. «Notablemente, las simulaciones del clima para las próximas décadas, CMIP5, muestran el mismo enlace que encontramos en las observaciones. Así que las temperaturas extremas calientes que hemos experimentado en los últimos años podrían ser sólo el comienzo», alerta.

El rápido calentamiento en el Ártico podría ser el conductor de los cambios observados en la circulación, según el estudio. Las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles hacen que aumentan las temperaturas a nivel mundial, pero en lo alto del Norte el calentamiento es más rápido.

Desde que la cubierta de hielo marino del Ártico se está reduciendo debido al calentamiento global, la región polar acapara más calor. La oscura superficie del mar sin hielo refleja menos luz solar de vuelta al espacio que la que proyecta el hielo blanco. Entonces, las aguas más cálidas calientan el aire, reduciendo la desigualdad de temperatura entre la fría región polar y el resto del hemisferio norte más caliente.

Como la diferencia de temperatura impulsa el movimiento del aire, la reducción de esta brecha debilita la corriente en chorro, algo que los científicos también observaron. Además, los expertos de este trabajo vinculan este debilitamiento con la reducción detectada en la actividad de las tormentas.

«Miremos por donde miremos el calor extremo, la evidencia apunta en la misma dirección. Los extremos de calor no sólo aumentan porque estamos calentando el planeta, sino porque el cambio climático altera las corrientes de aire que son importantes para la formación de nuestro clima», afirma Coumou, quien advierte de que es probable que aumente el riesgo de olas de calor de alto impacto.

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