Han pasado las elecciones andaluzas. Probablemente, lo más llamativo que ha resultado de las urnas sea el auténtico batacazo que se ha pegado el desconocido candidato del Partido Popular, Juan Manuel Moreno Bonilla, impuesto por el dedazo del político popular que más elecciones ha perdido, Javier Arenas, vicesecretario y hombre de máxima confianza de Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha desembarcado en varias ocasiones en Andalucía durante los últimos meses, intentando auxiliar a un caballo perdedor. Seguramente, a estas alturas, el presidente, de quien se destaca su capacidad de análisis y su inteligencia, ya se haya arrepentido de su decisión. Sin duda, ha sido su primera gran derrota personal y, lo peor, parece anticipar el chaparrón que se viene encima dentro de un par de meses en las elecciones municipales y autonómicas de mayo.

Este chaparrón parece que solo escampa para él, o puede escampar, en Madrid capital, donde no le ha quedado otro remedio que elegir a Esperanza Aguirre. Sus oráculos se han hartado de dispersar las supuestas malas relaciones que les unen. Estos oráculos se han cansado de bombardear –hasta conseguir- la no nominación de la candidatura de la mano derecha de la presidenta autonómica madrileña del Partido Popular, Ignacio González, que ha desempeñado una presidencia impecable, con unos datos socioeconómicos que ojalá se mantengan, sea quien sea el que gobierne la Comunidad Autónoma de Madrid. No contentos con eso, se han ido, de una manera ruin, a por la directora de Comunicación de la Comunidad y jefa de Comunicación de Esperanza Aguirre por un simple contrato de seguimiento de prensa on line y posicionamiento en buscadores por valor de 1.500 euros mensuales, 18.000 al año, cuando la misma Moncloa adjudica un contrato muy parecido por 250.000 euros anuales y cuando otras instituciones públicas lo hacen por cantidades bastante superiores. Por desgracia para ellos, Esperanza Aguirre no ha claudicado. Entonces, ¿por qué la ha elegido el presidente? Seguramente, porque no le quedaba otro remedio. Parece que los datos que solo el presidente maneja eran muy malos con cualquier otro candidato.

De nada le valdrá al presidente haber sido un buen presidente del Gobierno desde el estricto punto de vista del análisis económico. Ha gobernado a este país en medio de la peor crisis económica que se recuerda. En apenas ocho años (los del Gobierno de Rodríguez Zapatero), la deuda pública española se duplicó. Con ese panorama, el país alcanzó los 600 puntos de riesgo país, un concepto desconocido en España hasta el momento. El presidente la ha devuelto a unos más que razonables 100 puntos. Por tanto, una más que buena Presidencia.

Entonces, ¿cuál es el problema? Con toda seguridad, la Comunicación. No es suficiente con hacer las cosas bien, hay que explicarlas bien, hay que contarlas bien. Y aquí es donde se ven más claras las diferencias entre los dos líderes populares: el presidente, Mariano Rajoy, y la candidata popular, Esperanza Aguirre, que seguramente conseguirá unos resultados espectaculares en este entorno que tanto ha cambiado en los últimos cuatro años, tras la irrupción de dos nuevos partidos como Podemos y Ciudadanos.

No hay duda alguna de que el presidente no conecta con su electorado. Incluso, sus más cercanos ya empiezan a distribuir el mensaje de que con un 32-35 por ciento de los votos se puede gobernar…. Con ese mensaje, en Andalucía se quedaron en un más que bochornoso 26 por ciento. Con todo lo que ello conlleva. Tampoco hay ninguna duda de que Esperanza Aguirre, la Rolling Stone de la política española, conecta con el suyo. ¡¡¡¡Y de qué forma!!!!

Esperanza Aguirre ha vuelto con fuerza, con mucha fuerza. Todavía no ha entrado en la campaña electoral municipal propiamente dicha, pero sus recientes entrevistas en diversos Medios, como El Confidencial, la SER o ABC, ya la posicionan de nuevo en el primer plano de la política española. ¡Ojo!, a nivel nacional. Ya se está posicionando, y acertadamente. ¿Cómo? Con mensajes claros, sin duda. Una comunicación llena de fuerza y autenticidad para ese electorado que demanda la guía de un auténtico líder, no uno desaparecido que no es capaz de explicar nada a sus huestes -alguien que lee hasta el buenos días-, que se sienten huérfanas y nada orgullosas de la ausencia de referencias válidas por parte del mandamás.

Frente al desnorte en el que parece vivir el presidente del Gobierno, Esperanza Aguirre ejerce de auténtica líder de los suyos, no lideresa, como despectivamente han intentado calificarla aquellos apparatchik que alientan a esas temerosas huestes.

Esperanza Aguirre, a su edad, como ella dice, se está preparando para la última guerra política, no para esta batalla, que seguramente ganará porque sabe darle a su público lo que nadie le da, convence y es creíble. A ver quién la para cuando el próximo mayo haya obtenido en las urnas un resultado espectacular y el partido se haya visto golpeado como nunca en el resto de territorios. A ver quién le dice que renuncie a la presidencia del PP de Madrid…, salvo que sea para ser elegida presidenta nacional.

Iñaki Torres es Director de Estudio de Comunicación