Buenas noches, Israel

24/04/2015

Daniel Serrano. Cuando cae la noche, en una ciudad perdida del Israel profundo, un hombre ajusta cuentas consigo mismo sobre el escenario.

Entre el público está un viejo camarada de infancia.

Son dos hombres frente a frente en el último capítulo de sus vidas.

grosintResulta enormemente bello el punto de partida de este Gran Cabaret de David Grossman. Un juez en pleno duelo por la muerte de su esposa recibe la llamada de alguien que conoció cuando era niño. Compartieron clases particulares de matemáticas y el mismo camino de regreso a casa, a pie, eludiendo siempre la prisa del autobús. Aquel niño, hoy septuagenario, invita a su antiguo colega de caminatas a presenciar su espectáculo. Es humorista de los que monologan delante de un micrófono, como han hecho todos los grandes cómicos judíos desde Woody Allen a Andy Kaufman.

Pero este cómico reserva a todos una sorpresa: llevando al extremo la deriva cruel que existe en la tradición de la stand up comedy ejecuta un auto de fe contra sí mismo y contra el mundo entero.

No es este Gran Cabaret un libro fácil. El humor brutal que se desliza en algunos fragmentos del monólogo pronunciado por el anciano comediante no basta para confortarnos siquiera parcialmente.

Aquí está Israel, nación fundada sobre el horror y donde el horror se perpetúa.

David Grossman perdió a un hijo en una de las múltiples batallas que el Estado de Israel acomete periódicamente contra los palestinos.

La amargura de la pérdida sobrevuela permanentemente el relato.

Aquí está el Holocausto, la militarización de la sociedad israelí, la pretensión de vivir cómo si nada sucediese mientras ahí fuera la pelea jamás cesa.

Pero ¿son esos los temas de esta novela?

No exactamente.

Es esta la historia (muy) triste de un niño que sigue buscando el amor que el destino, las catástrofes, la sociedad que le ha tocado vivir y el miserable día a día le hurtaron.

Gran Cabaret resulta una obra muy dura. A veces induce al lector a imitar a los asistentes al espectáculo presuntamente cómico que se nos relata y salir corriendo, mirar para otro lado, huir.

Y, sin embargo, continuamos mirando a ese hombre que sobre el escenario (a veces literalmente) se hiere hasta sangrar.

Somos los niños que fuimos.

Eso cuenta Gran Cabaret.

¿Me ha gustado esta novela?

Esa pregunta no tiene una respuesta sencilla.

Me ha impactado.

Supongo que eso es la literatura, en ocasiones, y así es como nos llega hasta muy hondo la literatura de gente como, por ejemplo, Coetze. O Philip Roth. O Salter.

En la noche oscura de Israel un cómico se inmola ante un público perplejo.

Hoy las risas tendrán que esperar.

Merece la pena atreverse con Gran Cabaret.

Gran Cabaret. David Grossman. Lumen. 236 páginas.

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