El arquitecto de los Hamptons

19/05/2015

Luis Sánchez-Merlo.

hamptons

Siempre que he preguntado a familiares y amigos cuál es la casa más bonita que han visto o en qué tipo de casa, si pudieran, les gustaría vivir, una buena parte de los consultados responde, de forma espontánea: ‘la que sale en la película ‘Something’s gotta live’ (‘Cuando menos te lo esperas’, en la versión española)”, un otoñal idilio que transcurre a lo largo de un fin de semana en una casa de playa en los Hamptons (Long Island), el destino favorito de los neoyorkinos con posibles para pasar las vacaciones o fines de semana.

No en vano la cocina de la película -inspirada por el arquitecto americano Francis Fleetwood, recientemente fallecido por causa de una embolia- es para los americanos  ‘la más deseada de los  Estados Unidos’

Luis Sánchez-Merlo

Luis Sánchez-Merlo

Aventurero con 68 años, fue hijo de banquero y psicoanalista. Confeso marxista antes de hacerse arquitecto en el MIT, Fleetwood, después de haber trabajado  en NY, montó su propio estudio, convirtiéndose en el padre del ‘Hampton Style’: casas de lujo a base de madera, hormigón y cristal.

Con un legado de más de 200 casas construidas en los Hamptons, Fleetwood ha revolucionado la estética de ese reducto privilegiado –al convertir modestas casas de playa  en lujosas mansiones que han ido comprando famosos como Lauren Bacall, Raph Lauren o Paul McCartney.

La mansión en la que se desarrolla la comedia -objeto de deseo para hombres y sueño para mujeres- alberga la historia de un solterón empedernido, seductor crónico de jovencitas, Jack Nicholson (66), que se ha liado con una guapa chica Facebook (34) -con la que, aparte de la atracción, tiene pocas cosas en común por la diferencia de edad- pero que acabará enamorándose de la madre, Diane Keaton (57), una mujer de fuerte personalidad con la que, al principio, tiene grandes diferencias.

Este espectacular nidito de once  habitaciones -emplazado en una de las calles más exclusivas de la zona y a tan solo dos horas de Manhattan- fue adquirido el año pasado por un magnate hotelero a cambio de la friolera de 41 millones de dólares. No se asusten, que el precio medio está en 18. Así que no es de extrañar que uno se pueda encontrar en el súper con Calvin Klein, Jennifer López o Steven Spielberg.

Antes de empezar el rodaje en 576 Meadow Ln, Nancy Meyers, directora de la película y Beth Rubino, directora de arte habitual del Architectural Digest, vieron cientos de casas, hicieron miles de fotos pero al final se decidieron por esta. La idea era recrear la vivienda  de una escritora de éxito que acaba siendo la enfermera del novio de su hija. Divorciada, tras 20 años de matrimonio, el romanticismo ha bajado la persiana y está en un momento de su vida en que no es fácil que algo especial suceda, por lo que cabe  preguntarse ¿por qué no tener un escritorio en el dormitorio?

Las casas de los Hamptons son espaciosas, sencillas y en cierto modo austeras. En este caso, todo ocurre en un islote de cinco piezas: el salón, el comedor, la cocina y las dos habitaciones. Los colores blancos y azules y la sensación del mar rodeándolo todo, le confieren un aire elegante a la casa, en la que no faltan los 3,000 libros que la perfeccionista Rubino se trajo de Nueva York para dar autenticidad al refugio de la escritora.

Mientras a Jack Nicholson, en su vida privada, le apasiona el arte -pidió que para la película se colgara, encima de la chimenea, un paisaje de Edward H. Potthast, un impresionista americano, que pasaría a ser el centro de atención del salón-a Diane Keaton lo que le gusta es comprar casas, rediseñarlas y venderlas. Una de ellas, una especie de hacienda deconstruida llegó hasta la portada del AD, donde la vio Madonna y, caprichosa ella, se la compró.

Según Francis Fletwood, fallecido de forma prematura con numerosos disparates a la espalda -como hacer parapente sin una pierna-, hay gente que trabaja tanto que no tiene amigos. Por eso, cuando uno llega a intimar con sus socios, requiere espacios grandes para invitarlos y que se sientan muy cómodos. Esto ha originado la demanda en las casas del segundo dormitorio principal lo que comporta,  a su vez, un despliegue adicional de bañeras de hidromasaje, líneas de teléfono…y todo ello -a ser posible- en grandes espacios lo más separados posible de la casa principal.

Pocas veces el cine habrá dejado en el inconsciente colectivo un recuerdo más vivo de la calidad del diseño interior y la serena belleza de un islote de cinco piezas, aunque -en los Hamptons- Jack y Diane tuvieran en un principio que chatear, cada uno desde su habitación.

Pero la cena en Le Grand Colbert dejó bien claro que siempre queda París.

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