Un verano divertido

22/07/2015

Josep M. Orta.

En la España republicana un diputado de ERC reclamó más competencias para Catalunya y Manuel Azaña, a la sazón presidente del Gobierno, aseguró que “esto no se lo daremos nunca, nunca, nunca”. Para a continuación apostillar que “su señoría sabe que en política la palabra nunca quiere decir al menos hasta septiembre”.

Ya se sabe que la política hace extraños compañeros de cama y las palabras no siempre se las lleva el viento. En la vida política española hay crispación y ello lleva a que se le caliente la boca a más de uno. Se otean tiempos nuevos que no acaban de llegar y los viejos protagonistas se resisten con uñas y dientes a ceder el paso a nuevas generaciones.

Recientemente el PP lloraba porque nadie quería pactar con ellos, cuando a lo largo de la legislatura no sólo han impuesto a rajatabla la ley de su mayoría absoluta (que pocos pactos han logrado con el resto de grupos) y sus propósitos de enmienda, sencillamente no son creíbles.

Los socialistas van con su sempiterna canción de una España federal que ni ellos aceptan y posiblemente sea una palabra vacía de contenido (años ha, cuando la propuso en Santander Pasqual Maragall, salió rebotado).

La emergente Podemos puede tener sorpresas, la imagen inicial de agrupar el espíritu de los indignados del 15-M y sus promesas de tomar las decisiones casi de forma asamblearia se han ido arrinconando por el liderazgo de Pablo Iglesias propiciando fuertes tensiones internas que pueden deteriorar seriamente sus perspectivas electorales.

De momento quien mejor partido saca a la reactivación del interés por la política es Albert Rivera y sus ciudadanos. Con un discurso un tanto joseantoniano (derecha radical  con ciertos tintes sociales) y con unos líderes a los que no se les conoce problemas de corrupción,  van ganando credibilidad.

En este apasionante (periodísticamente) panorama ahora descubren que buena parte de Catalunya sigue siendo independentista y ello ha descolocado a muchos y ha demostrado el desconocimiento de la realidad que tiene la clase política simplificando en una guerra de buenos y malos (en este caso Artur Mas) una realidad mucho más compleja sin darse cuenta que  su desconocimiento de la situación y su negativa al diálogo ha envenado el tema dejando pocas salidas a soluciones no traumáticas.

Es evidente que las actuales reglas del  juego ya no sirven y ahora más o menos todos contemplan una reforma de la Constitución, pero curiosamente –aunque sea un tema menor- nadie habla de que esta Cámara inútil que es el Senado lisa y llanamente desaparezca. Y si en este tema de sentido común no están dispuestos a asumirlo, ¿qué harán en los tema de mayor calado?

En definitiva, el espectáculo está servido y este verano promete ser divertido.

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