La bacteria que mata los olivos

27/07/2015

Ana C. González.

olivos

Otro quebradero de cabeza para el Gobierno, ocupado en la tarea inaplazable de crear riqueza y empleo. Ahora se trata de la alarma surgida en el sector olivarero por la aparición de la Xylella fastidiosa, una bacteria, originaria de América del Sur -que afecta al tejido leñoso (xilema) del olivo y cuya proliferación produce un taponamiento de los vasos conductores de la savia bruta, con la consiguiente desecación inmediata de las ramas del árbol y su ulterior muerte.

España es el primer productor de aceite de oliva del mundo. Los centenares de miles de olivos plantados en nuestro país constituyen una de las riquezas naturales de la agricultura española.  Solo en Andalucía tenemos más de 1.5 millones de hectáreas -en más de 300.000 explotaciones- que generan aproximadamente 20 millones de jornales al año y suponen la principal actividad económica de 350 municipios.

Aunque la xilella aún no ha traspasado nuestras fronteras, los investigadores consideran que el riesgo de aparición en España es muy alto, debido tanto a la importación de material vegetal de otros países en los que ya se han detectado su existencia y sus devastadores efectos como a las condiciones agroclimáticas de nuestra superficie olivarera, que podrían ser favorables para el desarrollo y extensión de la bacteria.

Los agentes transmisores de la epidemia son unos insectos chupadores que se alimentan del xilema (leña o madera) de las plantas. Como la bacteria se transmite por la picadura de estos insectos es mucho más difícil aislar la infección y evitar que se transmita a la siguiente planta a la que pique, para nutrirse.

Pero la xylella fastidiosa -que ha hecho ya su aparición en Francia e Italia– no solo ataca –sin remedio, hasta ahora- al olivo, sino que suele cebarse también con cultivos leñosos como la vid, el almendro, el ciruelo, el melocotón y el limonero, y con otros arboles no frutales como el laurel, la adelfa, el plátano de sombra, el roble, el olmo, el arce o el liquidámbar.

La virulencia de la bacteria implica la tala inmediata del árbol y su posterior quema, lo que ha provocado la lógica alarma, debido a su gran impacto económico.

Desde que se detectara en 2013, en la región italiana de Puglia -donde actualmente hay unas 250.000 hectáreas en estado de protección- ya se han perdido 30,000 hectáreas, consecuencia de la tala de más de un millón de olivos. Sin duda, una situación angustiosa para los olivareros porque no existe ningún tratamiento para combatir esta bacteria, que ataca a la variedad polygala myrtifolia y que no es detectable a simple vista.

Dada la gravedad del asunto, se ha emprendido una investigación epidemiológica para tratar de aislar y cultivar la bacteria en el laboratorio, de donde parte la calificación de “fastidiosa”. El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, en colaboración con su homologo francés –que ha instado a España a que se adhiera al cierre de fronteras para blindar la relación comercial con aquellos países que no pueden certificar estar a salvo de la plaga- ya ha elaborado un Plan de Contingencia de la Xylella fastidiosa.

También las Comunidades Autónomas están realizando controles fitosanitarios, con especial atención al material vegetal procedente de zonas infectadas (Sur de Italia, Canadá, Argentina, Estados Unidos, Méjico, Costa Rica, Venezuela, Brasil y Paraguay) y con la supervisión en frontera  de plantas provenientes de terceros países.

Hasta ahora solo existe una evidencia clara y es que las ‘polígalas’ infectadas se plantaron en 2010 y se importaron de una ciudad de la Toscana italiana.

Y mientras esto sucede, casi a nuestras puertas, aquí seguimos con los cambios de nombres de las calles, la retirada de bustos y fotografías y ese deporte tan nuestro del ‘quítate tú que me pongo yo’, en contraste con esos otros países en los que los cambios electorales no conllevan cataclismos administrativos, como aquí. En Francia, el prefecto de Córcega -equivalente a nuestro delegado del gobierno- no ha tardado en firmar un decreto delimitando la zona infectada por la bacteria y definiendo las medidas de lucha contra este insecto asesino. Un perímetro de acción dentro del cual todas las plantas ‘dudosas’ deben ser arrancadas e incineradas en un periodo máximo de tres días.

Rompe el corazón la idea de tener que arrancar y quemar un olivo milenario. Pero está ocurriendo.

 

 

 

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