La impunidad de Esperanza Aguirre y del PP

30/07/2015

Joaquín Pérez Azaústre.

Para ser conductor de primera, acelera, acelera. Acelera, sí, hacia la indignidad, la desvergüenza entendida como sentencia de su credibilidad. Acelera, sí, como Esperanza Aguirre, pasa por encima de los guardias de circulación, atropéllalos, que si tienes la habilidad suficiente tu caso entero será sobreseído. Ahora entramos a analizar el tema, pero la reacción es la anterior: en la España del pelotazo, la España de la trama Gürtel y la Púnica, la de los ERES en Andalucía, la de la privatización a mano armada de los recursos públicos por parte del Gobierno del PP, la España de la ley mordaza, en la que multan a cuatro muchachos en Lucena, Córdoba, por tomarse en una plaza una pizza y unos refrescos, la conductora temeraria Esperanza Aguirre no será juzgada.

El Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid ha decidido el archivo y el sobreseimiento del juicio sobre la falta de tráfico de Esperanza Aguirre, hace ahora un año, argumentando que no puede ser juzgada por los cambios introducidos con la aprobación del nuevo Código Penal. El juez –recordemos su nombre- es Ángel Luis Ortiz González. Con la reforma del Código Penal, en vigor desde el 1 de julio, algunas faltas pasan a tramitarse como delitos leves, mientras que otras lo son como meras sanciones administrativas. Según el juez, la Ley Orgánica 1/2015 despenalizó la falta de desobediencia del anterior artículo 634 del Código Penal. Pero la Audiencia provincial de Madrid sí ordenó la tramitación del accidente como juicio de faltas, reservado para las infracciones penales más leves, también en contra de la decisión del juez instructor, Carlos Valle, que quería archivarlo. La Sección Sexta de la Audiencia explicó que los hechos podrían “constituir la base objetiva de una infracción penal-desobediencia” y, por tanto, sólo cabía “la continuación por los trámites del juicio de falta”. A partir de ahí, como diría Rajoy, sin parte de lesiones y descartando esa vía, tenemos el lío, aclarado felizmente para Aguirre gracias a la reforma del Código penal de su partido.

Si Esperanza Aguirre tuviera una relativa dignidad personal, y España fuera un país verdaderamente decente, debiera haberse exiliado de la vida pública tras toda su actuación del 3 de abril de 2014, cuando escapó de los dos agentes de movilidad en la Gran Vía, pasando por encima de una de las motos. Después lo negó –o sea, mintió: en EEUU, esa democracia tan admirada en el PP, por eso ya estás muerto políticamente-, hizo como que no había pasado nada y siguió con su desparpajo castizo, presentándose a las municipales sin programa electoral, mientras de desfondaba criticando el de Ahora Madrid, que sí lo tenía, como después ha atacado a la web Versión Original: ella, que desmanteló Telemadrid reconvirtiéndola en su televisión, tan populista como personal.

En fin, que aquí la gente no puede manifestarse ni impedir un desahucio, que la Unión Europea alarma sobre los tintes totalitarios de la Ley de Seguridad, o Ley mordaza, pero esta mujer, como su partido, puede campar a sus anchas y arrasar el país. Siguen pesando, claro, que España es suya, señores. Siguen pensando en clave de escenario cortijero, mientras la izquierda no acierta a unirse, enfrentada, debatiendo infinitamente, hasta el mareo de las siglas, en su desesperante bizantinismo intelectual.

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