Morro de Sao Paulo

Sin asfalto, aceras ni tráfico rodado. El alumbrado público también brilla por su ausencia. A cambio disfrutarás de arena blanca, aguas cristalinas, alojamientos con encanto, fogatas en la playa, lugareños como de otra época, y frutos del mar y mariscos recién pescados. Naturaleza pura, relax, desconexión y la sensación palpable de estar flotando en el Edén. Les presento a Morro (Brasil) y las islas Gili (Indonesia). Solo apto para los románticos. Y para los aventureros.

Morro Sao Paulo

Morro de Sao Paulo. A veinte minutos de vuelo o varias horas de travesía por mar desde Salvador de Bahía se encuentra una isla poco conocida en Europa pero frecuentada por urbanitas cool de Chile, Argentina, Uruguay… Posadas con arquitectura colonial como alojamiento, caminos de arena para caminar descalzo a través de toda la isla y cuatro playas para dejarte llevar.

La primera playa es conocida como la de las atracciones marítimas y deportivas: aquí se puede practicar surf, buceo, divertirte en un banana boat… La segunda es la más famosa: sus fiestas playeras hasta el amanecer amenizadas con hogueras y música en vivo son inolvidables. Y es el lugar donde también se practica fútbol (omnipresente en todo Brasil), voleibol y rondas de capoeira. La escalera que conduce a la segunda playa merece una parada para realizar una fotografía con unas vistas espléndidas con la inmensidad del azul índigo del mar como protagonista. La tercera playa es la de los restaurantes, tascas, chiringuitos con zonas chill out (pero nada de lujo extremo, aquí todo es muy genuino, asilvestrado), hamacas y camas balinesas. Por poco menos de cinco euros al cambio disfrutarás de una de las mejores comidas de tu vida: literalmente sobre el agua del mar (algunos de estos establecimientos son tipo palafito), en terrazas con vistas paradisíacas, saboreando pescados a la brasa recién sacados del agua y mariscos de temporada (langosta, gambas, cangrejos autóctonos…) con una cerveza helada. La cuarta playa parece no tener fin. Se trata de un paraje desierto para caminar sin rumbo durante kilómetros y bañarte en las piscinas naturales que se van formando por una gran barrera de corales.

Islas Gili

Islas Gili. A veces es mejor no pisar ciertos sitios porque el regreso pesa como una losa sobre el ánimo del viajero. Eso es lo que ocurre cuando te pierdes en las Gili: no quieres volver. Situadas junto a la espléndida isla indonesia de Lombok (y a dos horas en ferry rápido o a seis horas en barco desde Bali) se encuentran tres islas en la que los únicos medios de transporte son las carretas tiradas por burros, las bicicletas y las piernas de uno mismo.

Gili

Gili Trawangan es la más grande de las tres: decenas de restaurantes internacionales, tiendas de ropa y artesanía local, vendedores ambulantes, animadísimos bares de copas (repletos de atléticos surferos australianos) y música en vivo en la larguísima calle principal: pero todo sobre la arena de la playa. En cuanto te alejas de ella solo encuentras paz, calma, silencio, playas de azul turquesa, fondos marinos perfectos para el buceo, vacas, pavos, gallinas y docenas de mariposas campeando a sus anchas por cualquier recodo de los bucólicos caminos; ¡y unas puestas de sol de escándalo! Disponen de alojamientos para todos los bolsillos, pero la opción de amplias villas privadas con piscina entre exuberante vegetación paradisíaca hay que tenerla en cuenta. Desde Trawangan podrás trasladarte a sus vecinas Gili Mena y Gili Air, bien desde el puerto, o bien pagando a los pescadores nativos para que te trasladen en sus propias barcas. En estas pequeñas islas te sentirás un Robinson Crusoe contemporáneo. Y te preguntarás qué carajo haces perdiendo el tiempo -y los nervios- en una mesa de oficina cuando este planeta tiene tantos rincones sorprendentes que ofrecerte.