Ante el 20D, atención al 117

03/11/2015

Luis Díez.

Ocurre con los candidatos y los programas electorales algo muy parecido a lo que le pasaba al hidalgo manchego: que nada es lo que parece y lo que parece no es. La máscara, el envoltorio, la mercadotecnia y la publicidad electoral (encuestas incluidas) nos inducen al error de confundir la forma y el fondo, el continente y el contenido. Decía Platón que la buena política se hace para pensar y la mala para agradar. Ésta última utiliza la cosmética y la pastelería. Y recomendaba profundizar en las razones sin dejarse arrastrar por los sentidos y las sensaciones. Hay datos de la realidad que nos ayudan a discernir. En términos parlamentarios, la cifra 117 será decisiva ante las elecciones generales del 20 de diciembre porque la formación política que la alcance o supere contará con un tercio de los votos del Congreso en la próxima legislatura y podrá bloquear cualquier reforma constitucional que se pueda plantear.

Ya es sabido que el PSOE plantea una reforma de la Constitución por motivos sociales y para resolver el problema nacionalista catalán mediante la implantación un modelo federal o de la federalización del poder político entre las nacionalidades y regiones que conforman el Estado español, y que el PP no acepta esa fórmula ni ninguna otra que suponga la apertura del melón constitucional. El jefe del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, no cree necesario reformar la Carta Magna de 1978 porque está convencido de que no resuelve el problema catalán y, en cambio, la apertura de la Caja de Pandora enfurecería a los dioses y desencadenaría tormentas telúricas sobre el Reino de España.

De ahí la importancia del 117, la cifra de bloqueo. Para quienes entienden la política como una forma de conducir los problemas a los mismos callejones sin salida de toda la vida mientras mandan y se enriquecen, cualquier reflexión de fondo que suponga un cambio del reparto del poder o una modificación del estatus actual, es peligrosa y por ende rechazable. Por eso se llaman conservadores. En el panorama actual, el PP considera suficiente la sustitución de la bisagra de CiU por Ciudadanos (C’s) para abrir la puerta y ocupar el gobierno cuatro años más, ya sea mediante un pacto de legislatura o un Ejecutivo de coalición, sacrificando al propio Rajoy si fuera menester.

El esquema de Rajoy consiste en mantener el bipartidismo imperfecto, algo que no viene nada mal al PSOE de Pedro Sánchez si consideramos el bien superior de “la estabilidad” que nos ha traído hasta aquí. Ese y no otro es el sentido de los diálogos de La Moncloa que, precipitadamente, ha abierto Rajoy ante la hoja de ruta soberanista de Junts pel Si (CDC y ERC) y la CUP, que obtuvieron el respaldo del 47,4% del electorado en las elecciones catalanas del 27 de septiembre. Nada de lo que ahora solivianta al jefe del Gobierno era desconocido, aunque la urgencia electoral le haya llevado, ya con las Cortes disueltas, a adoptar una iniciativa de “patriota constitucional” que habría podido tomar mucho antes, por ejemplo, tras la consulta catalana de noviembre de 2014. Optó entonces por criminalizarla en vez de atender al hecho de que dos millones de catalanes se creyeron la campaña de Artur Mas y sus acólitos de que la independencia era la panacea contra todos los males y asechanzas y de que el Estado maltrata a Cataluña. Ganó tiempo y perdió al que parecía ser buen fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce.

Con independencia de que ahora complete su jugada con la extensión de los diálogos (murmullos) de La Moncloa a los presidentes autonómicos para atizar otra vez con la Constitución en la cresta de los gallitos soberanistas catalanes, la política dirigida a resolver los problemas y no a enconarlos no pasa por lo más sencillo: hablar con los amigos o los que están más o menos de acuerdo contigo, sino, como decía Johh F Kennedy, por lo más complicado: hablar con los enemigos o los que están en absoluto desacuerdo contigo. Y puesto que para eso Rajoy no vale (y Mas tampoco), los electores tendremos que estar atentos a lo dicho, el 117, aunque solo sea para saber si los creadores de problemas bloquearán las posibles soluciones.

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