Derecho al pataleo

27/11/2015

Maite Vázquez del Río.

Me han multado. Sí, ya sé que a muchas personas les pasa, pero la mía es injusta. Se pueden reir y decirme que «igual dicen todos», pero en mi caso, es que es injusta a todas luces. Y en estas líneas lo que quiero expresar no es el cabreo, aunque exista, sino cómo funcionan las cosas en este país. Un ejemplo más de las cacicadas provengan de donde provengan de cualquier personal que trabaja para el servicio público. Ya sé que son unos mandados, pero… se les da cierta autoridad, incluso la de abrir un «boletín de denuncia» y disfrutan de ese instante como si en ello les fuera la vida para poder para olvidarse de otras miserias.

Mi multa ha consistido en que no puse bien la matrícula de mi vehículo, no que no pagara el tiempo de estancia de aparcamiento, que lo pagué, ni que intentara escaquearme con triquiñuelas. Pónganse en situación. Un parquímetro en una calle estrecha, donde cada vez que pasa un peatón te tienes que alejar de la máquina para dejarle pasar. Los lumbreras del Ayuntamiento de Madrid (en la época de Ana Botella) decidieron que el parquímetro se pusiera justo para que cuando se están introduciendo todos los datos (tarea en la que se tarda de media unos dos o tres minutos) se entorpezca el paso de la gente. Así que aunque pagué las horas de estacionamiento que iba a estar, a mi matrícula le faltaba una letra y ¡¡¡zas!!!, multa al canto.

El resultado son  alrededor de 7 euros por aparcamiento más otros 60 euros de multa por haberme comido una letra al poner los datos en ese parquímetro inteligente, que me tendría que haber rechazado la petición ya que la matrícula que salió en el papelito de la ORA no existe.

Lo más perturbante es que la empleada de la contrata, con derecho a denunciarme para pasar el asunto a manos de quien puede enviarme la multa, al realizar el boletín de denuncia comprobó que el modelo del vehículo y la matricula entera coincidía con el que estaba estacionado y con el papelito de la ORA abonado, y al que solo le faltaba esa maldita letra. No había que ser un lumbreras, pero… hay que multar aunque se haya pagado por el servicio requerido.

Estos son los hechos. Pero a lo que voy. Esta es una muestra más del despropósito en que estamos cayendo políticos, gestores, intermediarios, mandos intermedios, mandados y ciudadanos. Que yo sepa los políticos son personas que se presentan voluntariamente para servir a los ciudadanos, como los médicos a sanar a los enfermos o los barrenderos a limpiar las calles. Se les presupone preparados en economía, sanidad, educación, infraestructuras, empleo… y según sus conocimientos se les coloca en esas áreas.Todos sabemos que hay ciudadanos tramposos y por eso se hicieron las leyes, para tenerlos controlados y aún así las normas se siguen saltando. También los políticos lo hacen, pese a que se presupone que deben ser honrados, además de parecerlo.

Pero lo que no es de recibo es que los políticos den órdenes inflexibles. Es que solo faltaba una letra de la matrícula, pero que se había pagado. Y que su punto de partida al hacer las normas es que todos somos unos delincuentes y que tenemos que demostrar que no lo somos. Toda la estructura política funciona haciéndonos culpables. ¿Quién les ha concedido ese poder si después resulta que la mayoría de ellos nos engañan, defraudan y estafan?

De gestores de todo lo público, desde nuestra economía al último edicto municipal, han pasado a creerse personajes todo poderosos a quienes nos encomendamos por su saber hacer. Y así se creen que lo que controlan es su feudo. ¿Dónde estuvo el error? ¿Por qué se les ha consentido tanto? ¿Por qué hemos llegado a este despotismo disfrazado de democracia?

Ahora llega la nueva generación de políticos. Unos nos vienen dando clases, aunque cuando bajan al ruedo del parlamento se dan cuenta de que la teoría, sus teorías, realmente no se pueden llevar a la práctica. Entonces bajan el tono. Otros llegan como salvapatrias y ya sabemos que el poder, a no mucho tardar, les corromperá. Y los demás, son los de siempre, los que intentan mantener su poltrona aunque con ello pierdan su dignidad. Procedan de donde procedan su ambición es ganar, pero no para servir al ciudadano, distribuir lo que haya, poner orden en el desorden, hacer todo por el bien común, sino para adocenarse en el poder y olvidarse del papel que les ha sido encomendado y por el que se les está pagando.

Desde que se «inventó» la democracia, la teoría política no ha evolucionado. Se ha quedado ahí. Conservadores o liberales, tintes de centro… como partidos políticos. Democracia o dictadura. No hay más. Lo que si hay, y cada vez en mayor número, son personas que no superan el umbral de la pobreza, niños que mueren de hambre cada año, personas honradas a las que le fue mal y por perder han perdido hasta su casa y una clase media desteñida. Solo los que más tenían han logrado tener más. Y a ellos, sino se saltan las normas, no les importa pagar una multa, aunque sea injusta.

Ejerzo mi derecho al pataleo, aunque no vaya a servir de nada.

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