¿Presidente Trump?

16/02/2016

Antonio de Oyarzábal.

De todos los cataclismos políticos que imaginar quepa, el que sin duda más espanto provoca hoy entre todas las clases dirigentes  mundiales es la remota posibilidad de que Donald Trump alcance la Presidencia de los Estados Unidos. Y con razón. Porque oido y leido el individuo en cuestión, conocidos sus exabruptos, recordadas algunas de sus pasadas ocurrencias en el campo empresarial y social, solo cabe encomendarse a toda la Corte Celestial para que el Cielo nos libre de tamaño energúmeno al frente de los destinos de un país que, nos guste o no, condiciona nuestra existencia  presente y nuestro futuro.

Personalmente sigo aferrado a la idea de que tal eventualidad es totalmente irreal; que los viejos manes del «Great Old Party», como en la jerga política norteamericana se conoce a aquel Partido Republicano, además de revolverse en sus tumbas como lo estarán haciendo cada mañana al ponerse al día de las ultimas intervenciones del caballero, harán cuanto este en sus manos o en sus espíritus para pararle los pies y mandarlo al desván de los desgraciados inventos que han jalonado otros momentos electorales de la historia reciente de Estados Unidos. A poco que se conozca el enrevesado mecanismo interno de los Partidos en liza, con sus intricados intereses regionales, locales y nacionales, con los «clanes» de este o de aquel matiz, con sus viejos y no tan viejos «santones» en pleno vértigo de intrigas y conciliábulos… no es concebible que Donald Trump salga revestido de una Convención Nacional el próximo mes de julio como todo un candidato oficial del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos. Me resisto a dar la más mínima credibilidad a tal hipótesis.

Distinta cuestión es calibrar el daño que el empeño del millonario Trump puede realmente infligir a las posibilidades electorales de los republicanos en los comicios de noviembre. Cuantos de sus seguidores actuales, despechados cuando vean descartado al candidato de sus furores, decidirán marginarse y despreciar la oportunidad misma de votar  Los precedentes no invitan al optimismo para la suerte de las huestes republicanas. Una vez más, la extravagancia ,el radicalismo o la inoportunidad de un»verso suelto»  en los medidos esquemas del Partido puede dar al traste con cualquier alternativa republicana  con posibilidades realistas de alcanzar la Casa Blanca. La sombra de Perot o la más reciente de Mrs.Sarah Pallin, deberían servir de vacuna contra toda tentación de dar pábulo a voces que solo dividen y lastran las opciones del Partido para atraer al votante  moderado, tan decisivo allí como en las demás democracias experimentadas

Cierto es que el «Tea Party» y sus vociferantes partidarios aún mantienen la capacidad y el atractivo de constituir una molesta realidad en el actual panorama político americano.  Encuestas e incluso  resultados de estas tempranas escaramuzas electorales, denotan la pervivencia de una fuerza radical en el flanco derecho  del electorado imposible de desconocer. Son voces que, en el fondo,  reflejan el sempiterno malestar contra «la casta» de Washington, nada nuevo en la historia americana, desde siempre imbuida en ese ancestral debate sobre los limites que la Constitución y los «Padres Fundadores» quisieron imponer al poder del Presidente para no caer en un remedo de la Monarquía absolutista que venían de anatemizar.Pero ahi están, ahí siguen, votos con visos demagógicos que restan y no suman, capaces por tanto de un daño recurrente  en el recuento final de papeletas y delegados que habrán de dilucidar la persona del próximo Presidente de Estados Unidos.

Y si damos por descartado al candidato Trump, ¿quien entre los demás aspirantes cuenta con las mayores posibilidades de alzarse con la nominación republicana ? Es aún  pronto para arriesgar pronósticos.  Hay que esperar al menos a los resultados del mítico «super-martes» del próximo mes de marzo.

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