Broche de chatarra y tedio

28/04/2016

Luis Díez.

Un pleno más electoral que otra cosa ha puesto el broche de chatarra a la undécima legislatura, la más breve desde la restauración de la democracia, hace 39 años. En política los broches, como los comportamientos de oro, son muy escasos porque prevalecen las tendencias de plomo y, como denunciaba Albert Camus, acaban arruinando las buenas intenciones. La expresión “broche de chatarra” fue lanzada por el diputado catalán de Convergencia Jordi Xuclá en el penúltimo debate promovido por una iniciativa del PP, enmendada y respaldada por el PSOE, para reclamar al régimen venezolano de Nicolás Maduro que respete los derechos humanos, y para rendir homenaje al dirigente de la oposición venezolana, Leopoldo López, encarcelado junto con otros dirigentes de las formaciones democráticas del país hermano. En la tribuna de invitados estuvieron el padre de López y algunos familiares de otros presos, a los que sus señorías de todos los partidos (menos la izquierda del PSOE) aplaudieron tras aprobar la resolución con 250 votos favorables. A nadie se le escapa que la iniciativa contenía además la clara intención electoral interna de denunciar la vinculación del populismo doméstico de Podemos, que se abstuvo en la votación, con el modelo venezolano del que ha bebido.

El segundo punto electoral del broche de chatarra ha sido la convalidación del real decreto que prorroga el llamado Programa de Activación para el Empleo, esa ayuda que iba a beneficiar a 500.000 jóvenes sin empleo y a parados de larga duración mediante el pago de una parte del salario (unos 400 euros al mes) para promover su contratación. Los requisitos eran tantos que el plan solo ha beneficiado a 100.000 subpobres de 1.610.000 familias con todos sus miembros en edad de trabajar en paro forzoso, según los datos de la última EPA. Se comprende que del presupuesto del plan de activación del empleo hayan sobrado 1.000 millones de euros y que ahora, ya en campaña electoral, el Gobierno en funciones del PP pueda perseverar en su oferta y la oposición de centro-izquierda y los sindicatos reclamar modificaciones y cambios de nombres tan socorridos como “el mínimo vital” o “plan de emergencia social”.

Como decía, se acabó lo que se daba, lo que se quitaba, no. Los cuatro meses de legislatura han demostrado la incapacidad de los dirigentes políticos de ponerse de acuerdo para formar gobierno. El jefe de la fuerza más votada, Mariano Rajoy, renunció a intentarlo siquiera la misma noche del 20D. Y el dirigente del PSOE, Pedro Sánchez, ha querido hacer lo imposible en un momento en que está en juego la recomposición de la izquierda. El análisis de Rajoy, explicando el 18 de febrero a su colega David Cameron, que se repetirían las elecciones en España, y aportándole incluso la fecha de las elecciones, el 26 de junio, era acertado. Su planteamiento de “yo o nuevas elecciones” y su táctica de quemar al adversario Sánchez, al que profesa una tirria mal disimulada, han triunfado.

En los pasillos, entre adioses y hasta luego, se hablaba del fortalecimiento de Podemos con el abrazo del oso a Izquierda Unida para superar al PSOE en votos y escaños el 26J y de las primarias socialistas para elegir candidato a la presidencia del Gobierno en competencia con Sánchez. El anuncio de la exministra Carme Chacón de que no repetirá de candidata del PSC por Barcelona y abandona la política activa (era miembro de la Ejecutiva del PSOE con Pedro Sánchez) pone de relieve las dudas de su amiga y presidenta andaluza Susana Díaz para dar el paso y competir con Sánchez. Una pugna de esas características debilitaría todavía más al PSOE, dicen algunos. Otros opinan lo contrario. Pero si Chacón se retira “por motivos políticos y personales” se debe a que Díaz no piensa moverse ni contar con ella. Más allá de esa circunstancia vale preguntarse si ha entrado el PSOE en esa fase de desprendimientos que suele preceder a los desmoronamientos.

Observando la trayectoria de dirigentes como Chacón se diría que estamos ante la fábula que sobre la parábola del hijo pródigo plasmó Alberto Moravia en su novela El tedio. La segunda vez que el hijo vuelve a casa, el ternero ya sabe que va a ser sacrificado para celebrarlo y se escapa. Años después, cuando el animal regresa, el padre mata el hijo para celebrarlo con un gran banquete. Pues eso: el tedio. Cuando esa sensación se interpone entre las personas y la política el resultado se llama cansancio o aburrimiento ante la lucha de egos. Y la lucha sigue.

 

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