He tardado unos días en traducirlo pero ha merecido la pena. Cuando la ministra Salgado habla de empleo informal no alude a la posibilidad de ir a la oficina con bermudas y chanclas sino a lo que, de toda la vida, se ha llamado empleo sumergido aunque no fuera monopolio de los buzos. La cruzada emprendida por el Gobierno contra esta lacra es encomiable aunque, por el momento, su plan de afloramiento se retrase por falta de acuerdo con los sindicatos. Tampoco es menos admirable ese arrojo que aplicará contra aquellos parados que, por ejemplo, además de cobrar una misérrima prestación se dedican a arreglar grifos o enchufes con objeto no tanto de llevarse unos eurillos o restablecer el suministro de agua o eléctrico sino de consumar la aspiración antipatriota de hundir las arcas del estado.

De todos es sabido que son estas chapucillas clandestinas las culpables del descomunal déficit y no la sangría fiscal de quienes guardan los billetes de quinientos hasta metidos en la caja del Monopoly. Baste indicar que en España están uno de cada cuatro de estos papeles de curso legal, creo que de color morado. A pesar de esa abundancia, para la inmensa mayoría vienen a ser como el Charlie de ‘Los Angeles de’ que, al parecer, existía aunque nadie le hubiera visto. Como tiempo de penitencia que es no está de más enumerar algunos datos de los propios técnicos de Hacienda que conforman toda una radiografía de la desvergüenza y de la desproporción política.

Según el informe de su sindicato Gestha, cerca del 86% de quienes acumulan fortunas superiores a los diez millones de euros evaden sus obligaciones fiscales, el 45% de los que tienen entre uno y diez millones le hacen una pedorreta al fisco y el 18% de los que contabilizan entre medio y un millón de euros defrauda. Es normal que, ante esta nimiedades, el enemigo público número uno sea el desempleado que ni siquiera sabría situar en un mapa las Islas Caimán. Y si no lo es, lo que no se discute es que, por lo menos, más fácil sí resulta ir a por él que molestar a algún defraudador no vaya a ser que luego te lo encuentres en un cóctel y a ver con qué cara le miras.

De todos modos, no deja de ser una tranquilidad que la vicepresidenta y ministra del ramo sepa y admita que la crisis económica la pagan y pagamos quienes menos culpa tienen o tenemos de ella. Así, con ese desparpajo, se despachó en fechas recientes y con el mismo tampoco dijo si pensaba tomar alguna medida al respecto. Casi mejor no tentar a la suerte pues, de un tiempo a esta parte, de su departamento más que propuestas sólo salen amenazas sociales. Ahora que ya asimila la injusticia de su política sólo le queda hacer lo propio con la insuficiencia de medios ¿Ya sabe cómo va a vigilar el empleo ‘informal’ con un inspector y un subinspector por cada 19.000 trabajadores? ¿Tiene pensado contratar a algún Robocop de la inspección laboral?