«Un tiro en el pie»

10/05/2016

Teodoro Millán.

tMe llama la atención mi amigo Luis Sanchez-Merlo sobre los movimientos para rechazar los sobres con papeletas de las próximas elecciones, y descubro que el espacio público clama estos días por la limitación del gasto electoral, incluso la supresión de campañas sobre la base de que ya nos conocemos más que bien a los actores. Que es mejor buscarle, dicen, una dedicación a los fondos de campaña en aplicaciones sociales, que no faltan.

Y sin embargo, cada dirección de un partido está obligada, como en cualquier proyecto y empresa que implica a terceros, a dar el máximo dentro de lo permitido por la ley. También ahora, incluso más que nunca, puesto que está en juego algo muy relevante y que se decidirá, ya lo sabemos, por el voto marginal. Ese que puede quedar influido por un mensaje o un marketing electoral de última hora y que puede resultar caro de captar. Pero es que no se puede escatimar un sólo voto cuando justamente se está escaso de votos. Lo demás sería irresponsabilidad política.

teoY siendo trascendente lo que se decidirá, parecería incluso justificarse no un descenso sino un incremento del gasto permitido en la campaña. Porque lo que está en juego es un giro político muy relevante en temas de enorme trascendencia; el trato a dar a la corrupción, las revisión de las políticas sociales, el tratamiento del problema autonómico y un obligado giro en las políticas fiscales y de gasto que ahorren al menos diez mil millones. Además, se elegirá un parlamento que habrá de confrontar la tan solicitada como necesaria reforma constitucional, cuya trascendencia no es necesario comentar. Ante tales perspectivas creo que es obligado exigir que los partidos, a la luz de lo vivido en estos meses, ordenen y aclaren mejor aún que en el pasado sus programas y expliquen en detalle sus principios y expectativas para establecer las obligadas coaliciones, algo que es el nudo gordiano de la gobernabilidad futura y sobre el que existe una auténtica confusión y ausencia de transparencia, sazonada además por el habitual ruido de fondo.

Está claro que el electorado se halla frustrado con la situación. Pero no olvidemos que es dicho electorado el que ha elegido un parlamento sin mayorías, y que es la deficiente ley electoral la responsable de que no haya un mecanismo adecuado, como en otros países, para salir del impasse electoral sin necesidad de convocar nuevas elecciones (que, desafortunadamente, el mecanismo tampoco prevé que sean las últimas). En las elecciones pasadas no se dio un mandato para negociar colaciones, simplemente porque no se anticipaba esta situación. No se puede entonces pedir responsabilidades a los partidos por haber caído en una trampa del sistema. Hoy, en cambio, ese tema es el central en la nueva campaña y vale la pena escuchar lo que los partidos tengan que decir, una vez que, acabada la mano de esta partida puedan mostrarnos todas las cartas bocarriba. Es más, es importante que cada cual se esfuerce al máximo, ya que unos pocos votos pueden determinar el resultado de las posibles coaliciones. Pactos de última hora, para limitar los gastos de campaña, tendrían efectos desiguales en los distintos partidos. Es por tanto irracional pensar que unos estén dispuestos a dar ventaja a otros, simplemente porque parte del electorado no entienda la trascendencia de estas elecciones, cuando amenaza un crecimiento de la abstención y se teme una repetición de resultados. Causas sociales que merezcan una dotación superior hay tantas como bolsas de ineficiencia de donde extraer ahorros, sin necesidad de jugar con temas tan trascendentes como son estas elecciones.

Otra cosa es que las propuestas de ahorros electorales sean ya campaña y estén bogando en un sentido interesado. Si fuese así, aplicaría aún más la justificación de la elevación del gasto porque demostraría que hay más que explicar e iluminar que lo que creemos saber. O, dicho de otra forma, la confrontación política se juega hoy en gran medida en el espacio público de la formación de opinión, al que se llega mediante la participación en espacios equidistantes entre manipulación, opinión e información. Si estamos ya en pre-campaña, resulta imposible cambiar las reglas pero lo que sí es posible es elevar el nivel de exigencia a los partidos: Que nos expliquen todo, más que bien, mejor, a ver cómo de convincentes resultan. Lo contrario, escatimar en el repaso, ese que se hace antes del examen final, sería como darse un tiro en el pie.

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