Velas moradas y tarta amarga

17/05/2016

Carmela Díaz.

“El tiempo es el mejor antologista, el único tal vez”.
Jorge Luis Borges

El paso del tiempo aniquila esperanzas a la vez que doblega a la inocencia. Mentiras que se dicen y verdades silenciadas, sonrisas que se esfuman y lágrimas derramadas, miedos vencidos y retos consumados, fracasos asumidos y éxitos consagrados… El devenir de los años nos señala implacable lo que fuimos y lo que seremos, lo que hicimos y lo que haremos. Es un magistrado despiadado con la decadencia corpórea, pero eficaz para el entendimiento cabal de los acontecimientos que marcan nuestra vida, que moldean una época. Porque no hay disfraz que por largo tiempo pueda permanecer oculto a los ojos de la verdad: las siglas amoratadas fagocitaron el movimiento colectivo.

Carmela Edén2

Carmela Díaz

Cuando hace un lustro los españoles protestaban, despertaban y se rebelaban por calles y plazas -con el epicentro mediático de Sol como estandarte-, había motivos para la ilusión. Presenciábamos el revulsivo necesario para impulsar a una ciudadanía que había permanecido aletargada, conformista y pasiva. Las reivindicaciones en el ámbito democrático eran justas y sensatas: exigir ética y decencia en el ejercicio de la vida pública, fulminar la miseria moral imperante en la oligarquía de las élites, reformar la Constitución, revisar la Ley Electoral, implantar un sistema judicial independiente, inhabilitar a los crápulas, sentenciar a los corruptos, eliminar privilegios de la castuza, expulsar a los imputados de las listasLos que tomaban avenidas y bulevares reclamaban la sustitución de una envilecida partitocracia por una democracia ejemplar. Exigían gobernantes honrados que antepusieran el servicio público a los intereses personales y partidistas. Y resultaba gratificante contemplar a una sociedad española combativa, implicada y civilmente responsable.

Con soberbia desmedida, los acomodados prohombres del establishment menospreciaron las movilizaciones. Invitaban a los indignados -con chanza y regodeo- a constituir nuevas opciones políticas que aportasen propuestas e ideas. Tan seguros estaban de manejar a su antojo los cimientos del sistema, que jamás imaginaron que su supremacía institucional quedaría exterminada en menos de una legislatura.

Pero aquel movimiento ciudadano -legítimo y bienintencionado- fue absorbido por una opción política radical y sectaria. Un avezado grupo de oportunistas supieron encauzar la rabia social atrapando las voluntades -y los votos- de los desesperanzados: agitando con maestría el avispero de los desfavorecidos conquistaron aquel fenómeno. El 15M murió cuando se politizó. Podemos no es el reflejo del espíritu reivindicativo de entonces, sino el resultado de una certera estrategia de comunicación y manipulación de masas con dudosas intenciones políticas.

El legado de aquel movimiento genuino es un compendio de aspirantes a copuladoras tribales con representación institucional, antisistemas capitalizando gobiernos autonómicos, financiación sospechosa aupando nuevos líderes, el resurgir de doctrinas anacrónicas, grotescos activistas capitaneando consistorios, el postureo político frente a la profundidad programática, el relevo de la ideología por el ceremonial catódico y el zarandeo de las redes sociales como táctica. Con hordas cibernéticas adoctrinadas para orquestar tendencias hegemónicas.

Se cumple un lustro de aquella revolución callejera, lícita y alentadora, con la percepción de que nos embarga la inconsciencia colectiva manipulada por los subversivos. Donde la castigada sociedad española se permite el lujo de arrancarse la piel para sucumbir a la condescendencia. Donde se menosprecia la sapiencia de la memoria, clave en el devenir de las sociedades inteligentes. Pero el tiempo siempre descubre la verdad. Aunque a veces sea demasiado tarde.

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