Shakespeare y la dimensión del amor

20/05/2016

Luis M. del Amo. Darío Facal presenta 'El sueño de una noche de verano' en Las Naves del Español.

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‘El sueño de una noche de verano’

Dos planos polarizan la obra de Shakespeare, presentada este viernes en ‘Las Naves del Español’ del Matadero de Madrid, en la versión de Darío Facal, dramaturgo y director. Por un lado la ciudad, donde rige la ley, y donde la “sensatez” encorseta los sentimientos, y por otro lado el bosque, territorio del misterio, poblado por duendes y hadas, y adonde los amantes huirán a fin de consumar su amor.

En estos dos espacios, pero sobre todo en el bosque, trascurre la acción de ‘El sueño de una noche de verano’, la obra de Shakespeare, traducida, adaptada y dirigida por Facal con ocasión del cuarto centenario de la muerte del dramaturgo inglés.

En su propuesta, Facal juega con estos dos espacios, y quiere añadir incluso una tercera dimensión, proyectada en los telones del fondo. Pero lo importante es, no solo el recurso a la duplicidad, tan caro a la la comedia (dos amantes, dos mundos…), que introduce el caos y la confusión en el orden, sino cómo el dramaturgo logra aunar todos estos elementos.

Facal consigue un espectáculo unitario gracias en primer lugar a un plantel de actores compacto, brillante incluso en los momentos más descacharrantes, aquellos en que un grupo de actores ensaya y representa finalmente una delirante obra, entre las carcajadas del público.

Brillante puesta en escena

Teatro dentro del teatro, y fábula dentro de la fábula, la obra también se apoya en una escenografía muy austera, poblada por animales disecados (una lechuza, un oso y un zorro); y donde brillan algunas soluciones de vestuario, como el atavío de Titania y Oberón, seres mitológicos, invisibles por tanto a los humanos, y cuyas ropas en verdad consiguen camuflarles a ojos del público; o la magnífica caracterización como Puck que viste Emilio Gavira, el actor que interpretara a ‘Rompetechos’ en el film de Fesser ‘Mortadelo y Filemón’.

Comedia dentro de la comedia, la propuesta de Facal gana altura cuando el texto se centra en el papel del teatro, y en general de la imaginación y de la ficción, en la existencia humana. Con momentos memorables, como el parlamento en que el personaje de Nicolás Trasero, de vuelta a la forma humana, duda sobre el modo de contar su transformación en burro; o cuando el escenario encarna un lugar de pesadilla, con todos sus habitantes ensimismados; o cuando la niebla, magníficamente representada con tan solo un plástico y un ventilador, atrapa a dos personajes, confundidos además por una multiplicidad de voces, que reverberan en el bosque, gracias a unos micrófonos, por cierto, muy bien utilizados.

Tiene además la comedia una parte luminosa, de enredo, con idas y venidas, interpretadas con fluidez, por unos actores que, en general, cumplen convincentemente con su cometido. Todos, salvo uno, doblan papel. Y todos lo resuelven sin problemas. Aunque lo mejor sea precisamente esa combinación de talentos, destaca la labor de Katia Klein, quien logra aprovechar, en ocasiones al borde del histrión, las líneas que le deja su papel de Helena, una joven despreciada por su amor.

Recomendable.

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