A menudo nos quejamos de la falta de líderes europeos que hablen claro sobre cuestiones que nos preocupan. Y esto es aplicable a asuntos que interesan muy particularmente a los españoles.

Grandes políticos como Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Walter Hallstein, Robert Schuman, Margaret Thatcher, Helmut Schmidt, Paul-Henry Spaak, Pierre Werner, Sicco Mansholt, Winston Churchill, Jean Monnet, Salvador de Madariaga o Alcide de Gasperi, por citar unos pocos, han hecho una contribución extraordinaria a lo que es hoy la Unión Europea, a la que, con sus muchas debilidades y algunas fortalezas, aún le queda mucho por hacer.

Sin duda, Gordon Brown, Primer Ministro del Reino Unido entre 2007 y 2010, pasará a la historia como un gigante por su valiente contribución a la unidad de su propio su país y a la de la Unión Europea. Hay que recordar que apoyó la reforma del tratado de la Unión y repelió en varias ocasiones la petición de celebrar un referéndum bajo el pretexto de que el documento era demasiado complejo para someterlo a dicho trámite.

Este laborista escocés, historiador, rector de la Universidad de Edimburgo, periodista de televisión y diputado en la Cámara de los Comunes perdió un ojo jugando al rugby tras un desprendimiento de retina. Tuvo una hija que murió a los once días de nacer y su hijo de diez años padece fibrosis quística.

Su política fiscal y monetaria contribuyó a impulsar y estabilizar la economía británica, tras la independencia del Banco de Inglaterra que, desde 1997, establece los tipos de interés sin interferencia del gobierno. Partidario de acabar con el secreto bancario y de tomar medidas contra los paraísos fiscales, Brown defiende que el mercado solucione sus correcciones por sí mismo, sin necesidad de intervención estatal. Un social demócrata puro.

Sucesor del carismático Toni Blair, de cuyo gobierno había sido Ministro de Hacienda, se mostró favorable a la intervención en Irak, “fue una buena decisión”, focalizando la participación inglesa en el entrenamiento del ejército iraquí y en la vigilancia de la frontera con Irán. No obstante, autocrítico, reconoció que aprendería las lecciones de los errores cometidos en Irak.

Propuso un “Gobierno de todos los talentos” (GOAT) en el que se integrasen personalidades de la industria y profesionales que no hubiesen sido previamente miembros del partido laborista pero contasen con experiencia en áreas en las que serían nombrados ministros.

Cercano a las preocupaciones de los ciudadanos, Brown planteó que los quirófanos se abriesen los fines de semana, quitó a los poderosos asesores de Downing Street la autoridad para dar instrucciones a los funcionarios, proyectó reformas constitucionales que incluían límites a los poderes del Primer Ministro y extensiones a los poderes del Parlamento y aumentó sustancialmente las multas a los empresarios que pagasen salarios por debajo del salario mínimo.

Pero ha sido en dos ocasiones muy recientes cuando ha descollado de forma extraordinaria, estando ya fuera de la primera línea política. Primero su vibrante y eficaz discurso en contra la secesión de Escocia y después su reciente alegato a favor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Les recomiendo verlo en You Tube

https://youtu.be/gPX9MLALjAE

La convicción, la energía y la fibra moral con la que este hombre se ha dirigido a sus compatriotas, defendiendo la permanencia en la Unión, es un ejemplo de la utilidad de los hombres políticos a los que se critica sin piedad, en la mayoría de las ocasiones de forma injusta.

“Solamente en Europa, puede el Reino Unido ser grande”. Es la tesis de Gordon Brown en un articulo que acaba de publicar en el New York Times, defendiendo la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea: “Compromiso es nuestro oxigeno, cooperación nuestra exigencia y liderazgo nuestro destino”.

Brown merece un lugar de honor en la historia política británica y el reconocimiento general por su ejemplo al servicio de la unidad de su propio país y de la unidad europea.

 

 

 

Luis Sánchez-Merlo