Por fin hay perdedores y ganadores

28/06/2016

Josep M. Orta.

Por fin hay una conclusión unánime en unas elecciones. Concretamente hay unos ganadores –el PP- que nadie discute y el resto de partidos aceptan que han perdido. Esta vez nadie ha tratado de maquillar el resultado ni buscar tres pies al gato para justificar una derrota, por una vez todos han sido claros

También han perdido las empresas demoscópicas que todas coincidían en ofrecer un resultado diametralmente opuesto al que se han dado en las urnas. Especialmente ridículo fue el gran despliegue de medios que las cadenas de televisión pública hicieron para ofrecer un sondeo –con más de 132.000 encuestados a pie de urna- en el mismo momento que cerraron los colegios electorales. Debía costar un pastón y el resultado que auguraron fue radicalmente opuesto al que se produjo: Ni hubo sorpasso, ni hubo mayoría absoluta de las izquierdas, ni el PP perdió votos y diputados.

Asimismo erraron los que basándose en el hartazgo de los ciudadanos por el circo que montaron los políticos los últimos meses auguraban una baja participación, cuando la realidad fue que los votantes fueron casi los mismos que el pasado diciembre.

Lo que sí se ha comprobado es la alta volatilidad de los votos. Desde hace un tiempo la fidelidad del votante a un partido es menor y cada vez son más los que cambian el sentido de su voto según las circunstancias, aunque a veces estos cambios puedan parecer contradictorios (el trasvase de votos de Ciudadanos a Podemos, o del PSOE al PP por ejemplo).

También se ha comprobado cómo el día después los partidos parece que los partidos no han aprendido la lección y en vez de mostrarse dispuestos a negociar fórmulas para lograr un gobierno se enrocan en sus líneas rojas y sus vetos hasta el punto que hay insensatos que ya se plantean unos terceros comicios.

En cambio el tema de la corrupción parece que sigue sin pasar factura a nadie, como tampoco la pasa las conversaciones que desveló “Público” sobre el uso que hace el ministro del Interior de las cloacas del Estado y su patética defensa  sobre la legalidad de la grabación (al común de los mortales le importa un bledo si la grabación es legal o ilegal, lo que le interesa es el contenido de una reunión entre el responsable del Interior y el director de la oficina antifraude de la Generalitat). La pregunta que muchos se hacen es si esta práctica de destruir al adversario es un hecho aislado centrado en Catalunya o es una práctica habitual.

En cualquier caso el pasado domingo hubo vencedores y vencidos. Algo vamos ganando.

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