El Ángel Exterminador

19/07/2016

Teodoro Millán.

Resulta paradójico pretender imponer multas a los países en dificultades por no recortar sus déficits públicos. Primero, porque eso no hace sino agravar el déficit, algo
desalentador y contrario a toda teoría de incentivos. Segundo, porque no son los países los que incumplen, sino sus gobiernos, evidenciando un problema de teoría de la agencia.

Teodoro Millan

Teodoro Millan

Más sentido tendría ofrecer un premio económico a los países cumplidores, para aliviar el daño del esfuerzo, y buscar en cambio fórmulas de penalización a los gobiernos que no cumplan con los planes pactados o impuestos. Dicha penalización podría adoptar varias formas, como por ejemplo restringir la participación de los mismos en decisiones
comunitarias, o la imposición de cambios en sus equipos ejecutivos, fórmula habitual en situaciones similares en el mundo empresarial, ante incumplimientos en las condiciones pactadas con bancos acreedores por empresas en dificultades. Dicho tipo de penalizaciones tendrían un alto coste de imagen política para el agente, que es el
gobierno, ante su electorado, que es el principal, así como de descrédito internacional,
temas a los que pueden ser más sensibles los gobiernos incumplidores que frente al coste económico que una multa supone para sus gobernados. Se trata, en definitiva, de alinear incentivos en una simple aplicación de la llamada teoría de la agencia.

Mientras que con el sistema actual los gobiernos desvían la atención de su responsabilidad hacia la imposición de la multa, con el resultado de que el malo de la película resulta ser Bruselas y no su deficiente gestión.

Pero esta polémica sobre lo apropiado de una multa a España, no es sino otro episodio
más de los problemas pendientes de resolver en una UE que marcha en una dirección
nada alentadora. Tras el Brexit subyace toda una problemática de implementación del
artículo 50, pendiente de desarrollar, igual que tras el escándalo levantado por el fichaje de Durao Barroso por Goldman Sachs se evidencia la deficiente regulación de las incompatibilidades de los altos responsables comunitarios. Todas ellas, situaciones que no son responsabilidad de los sujetos de las mismas, puesto que es impensable poner puertas al campo. Pero sí ponen de manifiesto defectos y carencias en las regulaciones del sistema. Porque tan absurdo como penalizar económicamente a los países con deficit excesivo, lo es adoptar una postura de gran dureza en las condiciones a aplicar al Reino Unido en su desenganche del proyecto comunitario, algo que se ha argumentado para desincentivar las tentaciones de otros candidatos a abandonar el club. No parece que la razón que queramos esgrimir para que los países no abandonen el proyecto sea penalizarles en la salida. Una cosa es no dar premio por el abandono y otra, muy distinta, esgrimir la dureza de trato como razón de permanencia. La prueba de las bondades del proyecto comunitario siempre estuvo en que aún siendo fácil abandonarlo, los miembros preferían mantenerse dentro. Aunque la realidad parece ser ya otra y más de un país habrá visto con añoranza poder recuperar su soberanía monetaria durante la gran crisis de los últimos años, sin saber cómo hacerlo, en particular en momentos tan difíciles como los vividos en algunas economías.

El Reino Unido tuvo la visión de mantenerse fuera del euro, lo que le ha permitido capear la crisis económica con mayores opciones de política monetaria, igual que su no pertenencia a los acuerdos de Schengen le han aportado mayor independencia de
actuación frente a las crisis de los refugiados. Por eso, desde su posición de miembro
parcial, su salida de la UE es menos problemática de lo que sería la de otros países
totalmente integrados. Un abandono de un miembro del euro puede ser mucho mas
complicado por la necesidad de encontrar un cambio de equilibrio para una divisa reinstaurada.

Y aunque lo que se ha asociado con dichas salidas ha sido siempre países en
situaciones económicas límite (la llamada ruptura del euro) la salida del Reino Unido pone por primera vez sobre la mesa situaciones muy distintas; el abandono del euro por parte de un pais sin dificultades graves, sino tal vez todo lo contrario. Lo que obliga a una segunda lectura sobre las ventajas y los inconvenientes de la pertenencia a la UE. El mundo se divide ahora entre los que hacen una lectura catastrofista de la decisión inglesa en base a cuentas imposible de echar con rigor y aquellos que se limitan a observar la evolución de los mercados, probablemente inesperada para la mayoría. Sería por tanto prudente, además de corregir las deficiencias para reducir las tentaciones de abandono, ir desarrollando una regulación ad hoc para tales situaciones, más que esperar a que de nuevo nos cojan por sorpresa y haya que improvisar sobre la marcha. Aunque no es impensable que Draghi, otro ex-Goldman Sachs, al que hemos de agradecer su defensa radical de la independencia del BCE, esté más avanzado en este terreno que la propia Comisión.

Todo lo cual trae a colación la pregunta de si no acabaremos como aquellos personajes
de El Ángel Exterminador de Buñuel, donde todos quería abandonar la casa en que
estaban celebrando una fiesta, y no lograban hacerlo ante el ojo vigilante de la imagen
temible del ángel exterminador. Como en aquella película, la solución puede que pase por rebobinar y volver a los sitios de partida. Tal vez entonces se hiciese bien lo que se ha hecho mal; principalmente, un tratamiento riguroso y consistente de los aspectos
económicos del funcionamiento del sistema, que han sido tradicionalmente relegados
frente a los objetivos políticos de la unión. Porque a lo mejor descubrimos que la mirada del ángel exterminador, que en nuestro caso no es realmente la Comisión sino el mercado, no es tan crítica con esto del exit. Y si no, veamos cómo marcha la bolsa de Londres, que de momento sigue liderando subidas internacionales desde el shock inicial del referéndum, habiendo superado sus niveles previos. Tal vez por la depreciación de la libra; una vez más, otra ventaja de su ausencia del sistema euro.

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