Titanes ignorados

22/08/2016

Carmela Díaz.

Las livianas jornadas estivales se transforman cada cuatro años en una sucesión de emociones explosivas, rugidos de júbilo, lágrimas derramadas y exaltación patriótica. Los responsables de tan descomunal cambio en los hábitos veraniegos hispánicos son unos titanes de torsos hercúleos, bíceps hipnóticos y fuerza de voluntad ciclópea: nuestros deportistas olímpicos. Héroes efímeros, ídolos de quita y pon. Rostros anónimos que acaparan portadas, prime time y hastags durante 24 horas.

El sacrificio que conlleva competir en unos Juegos solo lo conocen ellos. Compaginan trabajos ajenos al deporte e intentan conciliar una vida familiar con entrenos maratonianos en los que sangran y vomitan por la presión a la que se someten. Tienen un objetivo prioritario: superarse a sí mismos. Las clasificaciones llegarán después, si llegan. Participar en el desfile inaugural como integrante de la delegación española ya es un premio, acceder a las finales supone un sueño irrealizable para la gran mayoría y subir el podio queda reservado a los semidioses. El oro es la utopía que equipara a los mortales con los moradores del Olimpo. Sin apenas sponsors -el parné de las grandes marcas lo acaparan los astros del peloteo-, sin recursos y a veces hasta sin instalaciones adecuadas, resulta insólito que alcancen semejantes logros.

Carmela Díaz

Carmela Díaz

¿Cómo es posible que surjan en España una Carolina Marín, una Mireia Belmonte, una Maialen Chourraut, un Saúl Craviotto, un Joel González o un Marcus Cooper? Carentes de apoyos mediáticos e institucionales, estos campeones parecen obra de hechiceros y magia blanca. Incluso en ocasiones tienen que guerrear con sus propias federaciones, ávidas de un protagonismo que no les pertenece. Los patrocinadores se ponen de perfil cuando se trata de apostar por atletas emergentes y deportes minoritarios. Y siempre deben acatar los criterios del COI, ese organismo más poderoso que muchos estados: como cualquier élite, lejos de adoptar el espíritu olímpico que exige para los demás, se balancea entre el oscurantismo y la corrupción.

Los triunfos que consiguen para España se los debemos a las gónadas como melones que atesoran nuestros olímpicos y a la fe ciega -y altruista- de los que creen en ellos: un puñado de románticos. Aunque en cuanto nuestros deportistas muerden metal todos aquellos que los ignoraron en el largo y despiadado ciclo olímpico, sacan pecho por sus gestas. Puro oportunismo ante cámaras, micrófonos y cualquier otro escaparate virtual que se precie. El postureo en los palcos de campeonatos de postín supone otro plus para los ventajistas patrios.

Los deportistas españoles necesitan mucho más que palmaditas entusiastas, abrazos huecos, loas tuiteras y parabienes catódicos para seguir triunfando. Urge en nuestro país impulsar el deporte en el sistema educativo. Hay que construir cantera desde las escuelas, becar en las universidades a quienes destaquen en disciplinas deportivas, impulsar el apoyo institucional a todos los niveles y diseñar programas que multipliquen los patrocinios provenientes de la empresa privada.

Entretanto, nuestra bandera se izará en las citas de relevancia mundial por su talento y osadía. Pero también gracias al tiempo y al esfuerzo económico de sus padres, de sus abuelos, al apoyo de sus parejas, a la mano amiga que empuja cuando hay que levantarse y a la quijotada de los entrenadores de barrio. A nosotros nos seguirá conmoviendo el coraje de nuestros deportistas, esos colosos que devuelven a España parte de la dignidad y el orgullo que nuestra funesta clase política perdió.

¿Te ha parecido interesante?

(+38 puntos, 40 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.