Rajoy, De Guindos y Caperucita roja

14/09/2016

Luis Díez.

Érase una vez un gran cronista parlamentario que se llamaba Antoniorobles y escribía para los grandes periódicos de entonces, El Sol y La Voz. Entonces era la II República. Antoniorobles caracterizaba muy bien a los personajes, decía que Romanones llegaba en barca al Congreso porque se balanceaba al caminar (lo mismo que Fraga), que Lerroux era un don Juan y el monárquico don José Calvo Sotelo no se consolaba ni con una corona de laureles. Con el golpe militar franquista de 1936, del que se cumplen 80 años, y el acabose de la democracia parlamentaria, Antoniorobles se dedicó a escribir cuentos para niños. Y bien deliciosos que eran. Las Aventuras de Rompetacones desbordan imaginación y bondad. No eran cuentos para asustar a los niños, como se escribían entonces, sino para estimular su imaginación, curiosidad, bondad y otros valores que nos ayudan a entender a nuestros semejantes y a apreciar y respetar a todos los bichos y seres vivos. El padre de Antoniorobles, un médico de Robledo de Chavela, fue fusilado por los llamados “nacionales” y él se exilió en México. Tuvo suerte. Pasó el resto de su vida enseñando a los maestros a tratar a los niños y escribiendo cuentos.

Me he acordado de Antoniorobles porque sería el cronista más adecuado para contarles a ustedes la comparecencia del ministro de Economía, Luis de Guindos, en la comisión del mismo nombre del Congreso, acerca de la frustrada designación del exministro José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial. Disfrutaría el cronista verificando lo cortas que son las patas de las mentiras, observando al señor De Guindos trasmutado en un Perrot incapaz de creer que el lobo se comió a la abuelita de Caperucita, y poniendo cara de circunstancias cuando esos malvados portavoces de la oposición, el socialista Pedro Saura y el podemista Pablo Iglesias, alzaron la voz para pedir la dimisión del señor ministro.

El titular de Economía en funciones intentó por todos los medios a su alcance justificar que la designación de Soria para el Banco Mundial después de que tuviera que dimitir como ministro de Industria, Energía y Turismo por aparecer en los papeles de Panamá sobre fraude fiscal y por mentir al respecto, no había sido una “decisión política” del Gobierno. Se enredó en la explicación del procedimiento de selección para acabar reconociendo que la elección del personaje había sido “discrecional”, la realizaron sus subordinados directos en el Ministerio de Economía entre los diez funcionarios que concurrieron al puesto y aunque el nombramiento no era político ni pasó ni tenía que pasar por el Consejo de Ministros, la orden de que renunciara se la dio Rajoy y él mismo el 5 de septiembre desde China, donde asistían a la reunión del G-20, tras el escándalo político y mediático que se armó.

Las contradicciones de De Guindos dejaron su credibilidad y la del presidente en funciones por los suelos. Les resumo: fue un nombramiento “discrecional” pero no “político”. Lo realizó el Gobierno, concretamente De Guindos, a propuesta formal de su subordinado el secretario de Estado de Economía, Ignacio Fernández de Mesa, pero no fue una propuesta política ni mucho menos. Se atuvo a un “concurso” entre funcionarios, pero Soria no se había reintegrado a la carrera de funcionario como economista y técnico comercial del Estado. De hecho sigue cobrando sus 4.600 euros mensuales como exministro desde el 1 de mayo pasado. El concurso de funcionarios no fue concurso propiamente dicho porque ni se convocó ni se hizo público ni tenía baremo o puntuación ni se podía recurrir.

En definitiva, la sarta de falsedades de Rajoy, De Guindos y de algunos ministros entusiastas de la versión para justificar lo que el vasco Pedro Azpiazu calificó de “descomunal metedura de pata”, resultó un entretenimiento sin consecuencias políticas punibles. Se trataba de beneficiar a un amigo, un colega del gobierno con una retribución libre de impuestos de 226.500 euros anuales para que estuviera contento. Por lo demás ya sabemos que la mentira es parte del argumentario político habitual. No vamos a pedir a Perrot que se crea sus propios cuentos. Deberíamos solicitar, no obstante, a los responsables políticos que no traten a los ciudadanos como si fuésemos niños y elaboren algo mejor y a poder ser con más arte sus relatos de fantasmas. Y otra cosa tendríamos que pedirles: algo de ética.

Lo dijo Saura y lo repitieron otros portavoces: si una persona no es acta para estar en el Gobierno porque incurrió en fraude fiscal en sus actividades anteriores y ha mentido para defenderse cuando ha sido descubierto, tampoco puede ser acta para representar a España en un organismo internacional. Todos los portavoces, menos el del PP, coincidieron en que Soria, que parece un clon crecidito y sin bigote del señor Aznar, ha dejado de ser honorable y que De Guindos tendría que dimitir “por dignidad”. Y entonces De Guindos contestó: “La dignidad es un concepto indeterminado y evanescente. Y la honorabilidad es jurídicamente indeterminada y habría que buscarla en la normativa de los consejos de administración de los bancos”. Eso se llama resistencia y perseverancia. Tal vez por eso, por salubridad e higiene mental, el gran cronista Antoniorobles abandonó la crónica política y se dedicó a escribir cuentos.

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