#Periodismo: ¿Alguien sabe qué hacer?

15/09/2016

Jesús Ortiz.

Llevamos algunos años convencidos de que la difícil situación en los Medios se debe a la cruel combinación de dos factores: la crisis económica en general, traducida en una bajada tremenda de la inversión publicitaria, y la crisis del modelo de negocio, visible en que, a día de hoy, los grupos editoriales de todo el mundo siguen dando vueltas a cómo adaptarse a los nuevos hábitos de consumo de información para que la empresas sean, si no rentables, sí al menos equilibradas en sus cuentas de pérdidas y ganancias. Hay más: ya hay voces que vaticinan el fin del negocio editorial basado en la publicidad.

Tenemos, por un lado, el creciente consumo de noticias mediante dispositivos móviles. Si hace un par de años se invirtieron los porcentajes entre sistemas tradicionales de recepción (periódicos, televisión y radio convencionales) e internet, el número de tabletas y teléfonos inteligentes que pueblan el mercado hacen que las entradas en la “red de redes” se olviden poco a poco del ordenador, incluso el portátil: hoy manda “internet móvil”.

Y tenemos, por otro, el carácter invasivo de la publicidad en esos pequeños equipos digitales: el pop-up que se manifiesta de repente, tapándolo todo, cual máscara fantasmagórica en una “peli” de terror, el spot que se pone a vociferar cuando se pasa por encima y sin tan siquiera “pinchar” en él o el banner tozudo que se va moviendo por encima del texto a medida que se intenta progresar en la lectura y que disimula torticeramente el botón de cierre para que el usuario acabe entrando en la página del anunciante quiera o no. Mientras que en los ordenadores esta agresividad publicitaria es más pasable, quizás por estar más diluida en una mayor pantalla, en los dispositivos móviles es insoportable. No sé si atrae ventas, pero estoy seguro de que muchos usuarios acaban odiando al anunciante y poniéndolo en la lista negra de sus proveedores. La prueba es la creciente actividad de programas de bloqueo de publicidad, los ad blockers, que en algunos casos ya vienen por defecto en los propios navegadores y hasta en determinados dispositivos móviles.

Puede decirse, por hacer un poco de historia, que la relación entre periodismo y publicidad se remonta al siglo XIX, en plena Revolución Industrial, cuando las empresas empezaron a ver la necesidad de comunicar su oferta de productos y servicios y los editores la de dar una creciente difusión a la información demandada por la sociedad. Públicos objetivos idénticos, simbiosis perfecta: los unos obtenían un hasta entonces impensable escaparate y los otros un modelo de financiación que les aseguraba independencia respecto a los poderes públicos.

Daría para un libro -de los gordos- simplemente describir cómo evolucionó esa relación durante el siglo XX y hasta cómo se deterioró; así que lleguemos sin más a una realidad de este siglo: en una constante evolución tecnológica respecto a los soportes, nadie sabe aún cómo debe hacer un Medio para dejar de depender de la financiación publicitaria, si es que ese es el camino. Porque los nuevos tiempos nos han traído también un escenario complejo: queremos que la información, la actividad periodística en general, sea gratuita. Pero como, claro, los profesionales del periodismo quieren vivir de su trabajo y las empresas editoras ganar algo, no perder al menos, la cuestión permanece sin respuesta: ¿de dónde sale el dinero para pagar a unos y mantener a otras?

La respuesta, hasta hace poco, era “de la publicidad”, como hemos recordado aquí. Y lo malo es que, resumimos la idea, los mismos usuarios que queremos la información fiable y la opinión de prestigio de manera gratuita, también hacemos lo posible porque éstas lleguen a nuestros móviles, tabletas u ordenadores sin publicidad. Difícil dilema.

Es probable que suceda lo que dijo Rosental Alves, director del Centro Knight para el Periodismo en las Américas de la Universidad de Texas, durante su conferencia en el SIP Connect 2016: “la publicidad va a dejar de pagar la cuenta de los Medios de Comunicación”. Y, en este caso, la supervivencia del periodismo dependerá de otra cosa que, de estar definida, solo cabe pensar que forma parte de los planes secretos de los grandes grupos editoriales.

Pero también puede suceder que, puestos en la disyuntiva de que el periodismo desaparezca tal y como lo conocemos, alguien piense en lograr un equilibrio entre tres puntos: la gratuidad de la información de interés público, el pago discreto por contenidos de calidad y la publicidad no invasiva -de calidad, también-. Pongo esto negro sobre blanco y me invade la sensación de vivir en Utopía, pero convencido de que despertaré en cuestión de segundos y con sentimiento, entonces, de angustia y furia a partes iguales.

Y, por si nadie lo ha pensado con cierto detenimiento, que ese periodismo desaparezca no es solo mala cosa por el cambio de modelo social que significa. No solo desaparecería la capacidad crítica hacia los poderes públicos y económicos o la libertad de denuncia a malversadores y delincuentes de medio pelo, pero con los bolsillos llenos; perderíamos la visión directa -y casi siempre descarnada- de los ataques a los derechos humanos; la sonrisa con la historia bien contada y la risa con la anécdota divertida; la aproximación a la cultura, al arte, al deporte, a la economía… Y perderíamos también los agregadores y buscadores de noticias que no tendrían nada que buscar o agregar; y nuestras conversaciones en las redes sociales se convertirían en secuencias aburridas de 140 caracteres con contenido vacuo o videos de bromas y animalitos porque no habría Medios generando contenidos. Bueno: sí; habría Medios de titularidad pública o financiados con intenciones proselitistas, nada más. Y yo creo que no es eso lo que queremos y necesitamos pasados ya tres lustros de nuestro siglo XXI.

Por Jesús Ortiz, consultor sénior de Estudio de Comunicación

¿Te ha parecido interesante?

(+4 puntos, 4 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.