Entre fascistas y momias

21/10/2016

Maite Vázquez del Río.

Siempre había pensado que la universidad, en general, es un  lugar de conocimiento, investigación y diálogo, además de una forma de encauzar nuestras inquietudes, entre otras muchas cosas. Por eso rechina que pasen cosas como lo sucedido en la Universidad Autónoma al expresidente Felipe González, como antes ocurrió con otros políticos como Alfredo Pérez Rubalcaba o Rosa Diez. Tan ‘chirriante’ como exhibir los pechos en una capilla…

No me considero carca, pero sí respetuosa y no comprendo muchas de las situaciones que estamos viviendo. ¿Quién está desquiciado? ¿Por qué se recurre a lo fácil, al insulto y el ruido, perdiendo las formas y, de paso, el fondo? ¿Asi será nuestro futuro?

Un día después todo el mundo señalaba a Pablo Iglesias, como instigador. El contenido de los insultos ya nos sonaban de una intervención del líder de Podemos en el Congreso de los Diputados («en cal…»). Pero resultado además que ahora ha vuelto a dar un nuevo cambio en su estrategia y quiere volver a las calles, recordando el 15M y erigiéndose en líder y haciendo suyo ese movimiento que surgió el 15 de mayo en la Puerta del Sol. Como si fuera su patrimonio y el dueño del cotarro.

Está muy bien que todo el mundo diga lo que piensa. El problema es que aquellos que proclaman su necesidad de expresarse se lo impidan a otros, ya sea en «sede» universitaria (en el Aula Francisco Tomás y Valiente, para más INRI, se lo dice alguien que tuvo que cubrir el atentado del magistrado perpetrado por ETA) o a la vuelta de la esquina. Qué más da.

Estamos llegando a un punto que más bien parecen prácticas fascistas. La prohibición impera por doquier, y lo que a un grupo (reducido, todo hay que decirlo) no le gusta, debe convertirse en ley porque lo dicen ellos.

Parecen más bien prácticas que creíamos superadas. La imposición, venga de quien venga, nunca es buena. Y atentar contra la libertad de expresión demuestra la calaña de las personas que la impiden y atentan contra ella. España no es un país bananero y, nuevamente, nos quieren volver a llevar a los extremos, como si no supiéramos pensar, razonar, reflexionar y elegir lo que más nos conveniene o nos gusta.

Pero además, yo que no me considero de ningún partido porque ya les he visto cientos, miles de veces, actuar en las dos Cámaras, no salgo de mi perplejidad al ver ciertos ademanes y actitudes. Parece una carrera entre los más listos y los más tontos, una competición entre la juventud malhablada, deslenguada e irrespetuosa y los «momias» como la portavoz adjunta de Unidos Podemoas y jefa de gabienete de Pablo Iglesias, Irene Montero, defenía al expresidente Felipe González y los políticos de su generación que aún siguen batallando en política.

Es como si todo el mundo debiera irse para dejarles sitio y, peor aún, cuando alguien arremete contra ellos, se rasgan las vestiduras y consideran la ofensa como lo peor. Recuérdese los rifirrafes entre Iglesas y Esperanza Aguirre.

Vamos no nos critiquen y déjenos hacer lo que nos dé la gana, que somos el futuro, aunque por el camino se les haya caído la educación, la vergüenza y las reglas básicas de convivencias.

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