Rajoy con nuevo talante, pero firme el ademán

27/10/2016

Luis Díez.

La EPA, que además de una expresión de ánimo por reducción de “¡Aupa!”, es la Encuesta de Población Activa que el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica cada tres meses, ha venido al pelo a Mariano Rajoy, coincidiendo con el debate de investidura que empezó el miércoles y terminará el sábado con la segunda votación. Cincuenta minutos tardó el candidato a seguir gobernando en invocar los datos difundidos a las 9 de la mañana de este jueves para contestar al portavoz socialista Antonio Hernando, muy buen lector, por cierto. La EPA es positiva. Dice que se han creado 200.000 empleos en los últimos tres meses y que el paro ha bajado de la barrera psicológica del 20%. Se comprende que Rajoy la haya exhibido como un logro, uno más de sus políticas “de sacrificio de los españoles” para seguir escribiendo “la historia de un éxito”.

Ya en su discurso programático, el presidente en funciones se mostró renuente a derogar la reforma laboral diciendo que no hay que echar por tierra lo que ha funcionado. Se refería a una legislación laboral que ha permitido y permite a las empresas hacer ajustes de plantillas y enviar a la gente al paro aunque tengan beneficios, y hacerlo con el menor coste posible en liquidaciones e indemnizaciones. Se refería también a una reforma que ha convertido los convenios sectoriales en papel mojado y facilita un dumping empresarial impresentable, al que llaman “competitividad”. Se refería al desequilibrio entre el capital y el trabajo en beneficio jurídico del primero y aras del beneficio empresarial. El kilo de obrero está tirado. Lo proclamó hasta en Japón ante los laboriosos dignatarios de almendrados ojos.

Rajoy no está dispuesto a derogar la reforma laboral ni tampoco a afrontar seriamente la quiebra del sistema público de pensiones que, tras el acabose de los más de 60.000 euros del fondo de reserva en cinco años, reclama otras fuentes de financiación suplementarias a la cotización. El candidato ha eludido lo que toda persona medianamente informada sabe: la relación causa-efecto entre el mercado laboral y el sistema de pensiones. Su renuencia le ha llevado a proferir la más burda falsedad registrada en un discurso programático desde que la memoria alcanza: “Por cada nuevo pensionista hay seis nuevos cotizantes”. Los expertos consultados se han quedado boquiabiertos. Lógico. Si en España tenemos casi nueve millones de pensionistas, la afirmación del candidato significa que tendríamos 54 millones de cotizantes, más que habitantes. Sin duda Rajoy, que de tonto no tiene un pelo teñido, se refería al número de contratos, porque, como demuestra la EPA, la afiliación a la Seguridad Social, aunque creciente, se sitúa en torno a 18,4 millones de trabajadores, incluidos los que cobran el subsidio de paro.

Además de mantener la reforma laboral, con el añadido de la famosa “mochila austríaca” que figura en el pacto con Ciudadanos y que el tiempo dirá cómo se articula para que los trabajadores sufraguen su propio despido y una parte de su pensión, que en eso consiste el invento, y de las primeras intenciones de marear la perdiz para no entrar a fondo en la bancarrota del sistema público de pensiones, Rajoy ha ofrecido mucho diálogo y negociación y pacto de Estado sobre la reforma educativa, la financiación autonómica y cuantas medidas sean necesarias para combatir la corrupción. Y todo ello con el objetivo, lógicamente, de conseguir un “compromiso de gobernabilidad”  con C’s y un PSOE obligado a abstenerse por “la ética de la responsabilidad” de evitar unas nuevas elecciones que les vendrían fatal. Sobre el problema catalán: más de lo mismo, es decir, ninguna novedad. ¿Qué hay de los 26 puntos de diálogo y negociación que Artur Mas le dejó en La Moncloa hace tres años?, le preguntó el de la antigua CiU, ahora PDC, Francesc Homs. Nada. “Santiago y cierra España”, que decía el grito medieval, transformado por la revolución liberal de la burguesía en la moderna y contemporánea “soberanía nacional”.

Las críticas de Pablo Iglesias y las confluencias de Podemos, incluida IU, sobre la “triple alianza” (y los cien mil hijos de San Luis, que todo hay que decirlo) para mantener el régimen mediante el salto del turnismo al “partido único” han resbalado como el agua sobre el chubasquero del de Pontevedra, lo que no quiere decir que tanto a Iglesias como a sus aliados Garzón, Domenech y la gallega Alexandra Fernández no les haya colocado ante su responsabilidad como agentes de una institucionalidad de la cual cobran tan buenos sueldos como todos los que en ese barco van. Rajoy no es Kennedy (ese sería Pedro Sánchez, al que mataron, metafóricamente), pero sabe, como sabía Jonh Fitzgerald que lo importante es hablar con el enemigo (con el amigo es muy fácil) y que hablar no es negociar y que negociar no es ceder. Y también sabe (aunque sus asesores dejen mucho que desear) que, como decía el sabio general Sun Tzu, si conoces a los demás y te conoces a ti mismo ganas todas las batallas. Y que si de la gente sólo sabes lo que ves en las encuestas con esos ojos de batracio de sangre fría que se les pone a los poderosos, podrás ganar alguna batalla, pero perderás todas las demás.

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