El testamento digital no existe

18/11/2016

Támar Salazar.

Suena el despertador y lo primero que hacemos es encender el móvil. Ya en la mano, echamos un vistazo a las primeras aplicaciones: tiempo, bolsa, tráfico… Repasamos titulares, últimas noticias y las alertas. Y si no lo hemos hecho ya, entramos en las redes sociales para ver lo que nos perdimos mientras dormíamos. La brecha entre el mundo digital y analógico se ha desdibujado hasta desaparecer, gracias al desarrollo de la banda ancha en el móvil y a que, en la actualidad, somos más de 3.000 millones de usuarios de Internet, según el último Informe de la Sociedad de la Información en España de Fundación Telefónica.

En España, Internet es la primera herramienta de comunicación y de ocio. Así lo atestiguan los más de 27 millones de internautas. Tres de cada cuatro españoles acceden frecuentemente a Internet y el 83% lo hace a través del móvil. Además, el 78,6% de los usuarios lee y descarga información, porcentaje equivalente a 21 millones de lectores. Casi todo lo que interesa al ciudadano queda ahora al alcance de la mano.

Esta facilidad de acceso a la información ha llevado a que nuestros hábitos de consumo hayan cambiado drásticamente. Si atendemos a las conclusiones del Reuters Institute Digital News Report 2016, sólo un 10% de los internautas españoles aceptaría el pago por información digital y Facebook se ha convertido en la principal fuente de información –sí, han leído bien: es Facebook y no El País, Expansión o El Mundo-. Pero también ha influido en la cantidad de información que generamos y que volcamos en Internet.

Volviendo a las estadísticas, cerca del 65% de los Internautas españoles -unos 17,5 millones de personas- participa en diferentes redes sociales. Cada día, un único usuario genera miles de bytes que permanecen. Vivimos en la era Zettabyte.

La Era Zettabyte

Según el último informe de CISCO Systems, el tráfico global de Internet sobrepasará, a finales de 2016, la unidad Zettabyte (Zb). Un zettabyte son mil millones de Terabytes o un billón de Gigabytes. Y la tendencia, según apunta la empresa californiana, es que para el año 2020 este volumen se haya duplicado, alcanzando los 2,3 Zb al año. El volumen de información generada por un único usuario al mes era de media, a finales de 2015, de unos 10 Gigabytes (Gb). Mientras que en 2020 será de 25 Gb. Claro que, para entonces, el tráfico a través del móvil superará al generado por los PC de mesa.

No es de extrañar, viendo estas cifras, que los perfiles de los líderes de opinión hayan cambiado. Entre la nueva generación de líderes mundiales se encuentran bloggers españoles como El Rubius. La revista Time ha seleccionado a este youtuber entre sus “Next Generation Leaders” por sus más de 20,9 millones de seguidores.

En la actualidad, hay cientos de personas que prácticamente tienen volcada su vida en Internet. ¿Cómo se gestiona ese patrimonio? ¿Qué hay que hacer en caso de que una persona fallezca?

 Patrimonio digital

Toda esta información generada forma parte del patrimonio digital de una persona. Algunos contenidos podrán ser banales pero otros cuentan con derechos de autor e incluso con un gran valor económico basado en reputación de marca, en el caso de los usuarios con millones de seguidores.

Pongamos que tiene un familiar que es escritor y, lamentablemente, fallece. Su familiar guarda en su PC una serie de relatos. ¿Qué debe hacer con ellos? ¿Les daría algún valor? Pongamos que la carpeta donde los guarda tiene un volumen de 10 Mb. Puede que en ese momento no caiga en el valor que tiene pero, teniendo en cuenta que un folio son unos 15 Kb, ¿le parecería importante que su familiar fuera autor de una obra literaria de unos 683 folios?

Huelga decir que en el caso de influencers con millones de seguidores y que pueden llegar a generar ‘Teras’ de información, el valor de este patrimonio digital llega a ser un intangible importante.

La herencia digital

Volviendo al caso del familiar escritor, ¿qué debería hacer la familia con todo ese patrimonio? Algunas redes sociales como como LinkedIn o Facebook ofrecen servicios que permiten habilitar a un autorizado que, en caso de fallecimiento, gestiones mensajes, cierre el perfil  o convierta la cuenta en conmemorativa. Twitter permite que un familiar directo, tras remitir la documentación oportuna, cancele el perfil y solicite la eliminación de las imágenes, aunque nunca tendría acceso como gestor a la cuenta. Este proceso es similar al que hay que seguir para cancelar una cuenta en Instagram. Google cuenta con una  herramienta que permite a los usuarios configurar su perfil para que se eliminen sus datos una vez que la cuenta esté inactiva, tras un periodo determinado o asignar a un gestor de confianza que decida sobre el futuro de esa cuenta.

Pero más allá de casos concretos, una de las figuras a las que más se recurre es al testamento digital. Bien: en este caso es importante aclarar que los expertos ya han advertido que no existe diferencia entre el testamento analógico y el digital. Esto es: si queremos dejar constancia de nuestra voluntad en relación a nuestro patrimonio digital, hay que hacerlo en un testamento tradicional.

La legislación vigente no diferencia entre patrimonio digital y analógico, por lo que todo aquello que queramos que sea gestionado o transmitido una vez que ya no estemos debe ser incluido en nuestro testamento. Hacer testamento es sencillo y barato, teniendo en cuenta que tiene un coste de unos 30 € y su validez se extiende hasta que queramos modificarlo de nuevo (que también se puede).

En cualquier caso, siempre hay que tener en cuenta que la información que una persona publica en la Red no es baladí. La huella digital que deja nuestra actividad en Internet debe ser siempre gestionada convenientemente para que no termine afectando negativamente a la reputación, tanto del individuo como de la empresa o institución de la que forma parte.

Por Támar Salazar, consultora sénior de Estudio de Comunicación.

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