Si no tienes una colla no tienes nada

02/12/2016

Álvaro Frutos.

En la sociedad postglobal que estamos viviendo se han ido desarrollando nuevos modelos de gestión de casi todo.  Cierto es que muchos de ellos tienen referencias antropológicas antiquísimas.  De estos modelos uno que es especialmente significativo por su importancia ya que directamente incide en cómo se reparte el poder, es la formación y funcionamiento de collas.

La “colla” es un término catalán que hace referencia a las personas que conforman un grupo para actuar conjuntamente. Las collas más conocidas son las castelleras, esos grupos que hacen torres humanas de más de seis pisos apoyándose los unos en los hombros de los otros, escalando progresivamente hasta  lograr que el más liviano corone la cima. Por ello denomino collas a esos grupos que se crean en los entornos del poder político y empresarial, se sustentan los unos a los otros y se garantizan precisamente el sustento y la “medracción”. El éxito personal, político, profesional y sobre todo económico está íntimamente determinado a la colla a que se pertenezca. No es cuñadismo, ni otras formas de nepotismo al uso, si tuviera alguna semejanza estaría en las logias masónicas o con los grupos de interés religioso, modelo “opus dei”.

Las collas no son producto exclusivamente español; en Latinoamérica son relevantes y presiden la vida política y económica. Incluso en Estados Unidos, la democracia perfecta, vemos que se fragua una bien grande y poderosa en el entorno del futuro presidente.

Algunos de estos grupos se originan en los colegios de elite (pilaristas, jesuitas, Estudio, Liceo, Verbo Divino, Cumbres…). Los pilaristas han sido todo un poder de hecho en la política y en la vida empresarial española. En todas las capitales han aflorado estos lobbies de pupitre. En Sudamérica el estigma del colegio al que se fue marca toda una vida. En el caso de la Universidad, sólo en las muy exclusivas y selectas, se gestan estas collas. Hay empresas donde muchos jóvenes inician su vida laboral  que son buen vivero, a futuro, de estos grupos (vgr. “los arturitos”). Ahora bien, mención especial merecen las juventudes de los dos partidos mayoritarios que han constituido durante años el lugar más propicio para fraguar estas collas que han servido eficientemente  como trampolín a la vida política profesional. Este fenómeno se produce indistintamente en la derecha y  la izquierda en los emergentes será cuestión de no mucho tiempo, en todo caso es el coaching más exitoso de todos.

Constituye un auténtico modelo de desarrollo gerencial personal, la forma más sólida de garantizar un estatus vital que asegure una posición, la colla será el mosquetón que agarre fuerte para evitar la caída. La cuestión es afianzar a “cada uno de los nuestros” y no dejar caer a nadie, eso sería un alto riesgo, la clave es tejer una tupida red donde los hombros de unos sujeten a los otros y permitan mantenerse y escalar, no hay otro propósito.

Los méritos, las capacidades, la comunión de proyectos no es lo que define al grupo, los proyectos son personales, agregados y definidos en función de la coyuntura, los que reparten el pastel a quien y cuál es la responsabilidad que cada uno va a desempeñar.  El objetivo es posicionar a los componentes en aquellos puestos que puedan ser de utilidad para el grupo reportando beneficios a cada uno de sus componentes. Capacitación, habilidad  o inteligencia son factores secundarios, tampoco es conveniente excederse en atributos cualitativos no vaya a mudarse todo en arrogancia y en un intento de liderar el grupo rompiendo los equilibrios internos. No se buscan lideres sino fieles vasallos que arropen a líderes preexistentes; fortalecer estructuras de poder que no deben menguarse por tensiones internas. Eso les convierte tanto en la política como en la empresa, clubs privados donde es muy difícil de entrar y para que ello se produzca mucho es lo que ha de aportar. La pertenecía es un valor en sí mismo y eso te permite ser también participe de los componentes lúdicos de la colla, ya sea la afición a los gin-tonics o al senderismo santiaguino.

Cuando nos preguntamos los porqués de la mediocridad existente en la actualidad en diferentes ámbitos de gestión de grandes empresas o de partidos políticos basta con analizar de donde viene el grupo dirigente, los lazos entre sus miembros, los lugares comunes y aunque pensemos que ahí hay un equipo no se equivoque, hay una colla. Se parece, pero no es lo mismo.

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