«Un Premio Nobel al alcance de la mano; segunda opinión sobre la crisis de nunca acabar»

02/12/2016

Teodoro Millán.

Leer el último libro del premio Nobel y profesor de la Universidad de Columbia Joseph E. Stiglitz, The Euro and the threat to the future of Europe (Penguin Random House, 2016) es fundamental para entender la situación de Europa y el problema de elección de políticas ante la llamada gran crisis financiera del sXXI. Stiglitz no se anda con rodeos y explica crudamente lo que otros economistas también han advertido; el sistema del euro, ni funciona, ni puede hacerlo, porque adolece de serias deficiencias de diseño que se han visto agravadas por la elección de políticas erróneas a nivel comunitario. O, en otras palabras, lo que debe reformarse no es tanto las economías de los países en dificultades como las propias instituciones y mecanismos comunitarios.

Es de agradecer que un premio Nobel y ex- Economista Jefe del Banco Mundial, se ocupe de un tema tan relevante para los europeos. En especial, así lo sentimos quienes hemos expuesto esa misma opinión en repetidas ocasiones, tratando de contrarrestar lo que ha sido un entreguismo a tesis que desafían la racionalidad económica y que, tras años de cosechar mínimas mejoras en las economías en dificultades, están comenzando a quedar en evidencia. Como explica Stiglitz, tras nueve años de crisis, el crecimiento en la UE es marginal. Incluso en Alemania, el caso de mayor éxito dentro de la zona euro, el crecimiento se limita a un mero 6,8% en el periodo 2007-2015. En contraposición, EEUU ha superado significativamente los niveles previos a la crisis tanto en empleo como en crecimiento, habiendo logrado un 10% de crecimiento en términos reales en el mismo periodo, a pesar de tener también reformas estructurales internas por acometer.

El euro es, por tanto, un proyecto que se justifica más por su valor político que económico y que, en su forma actual, Europa no puede permitirse. A partir de aquí habrá que decidir si se opta por algunas de las posibles salidas que Stiglitz sintetiza en la dicotomía entre «más unión» o «menos unión», pero parece poco racional persisitir en la frustrantes políticas actuales. Dentro de las opciones de más unión caben aplicar una mayor integración fiscal, que sin tener que llegar al nivel de EEUU, podría alcanzarse mediante un seguro de depósitos comunitario, o la adopción de un instrumento de financiación público común, como el controvertido euro-bono. Entre las alternativas de menos union se puede plantear la ruptura definitiva del sistema (sin olvidar que otras  experiencias de arreglos monetarios internacionales fueron cortas, como Breton Woods que apenas duró 30 años) la división de la zona en dos o más áreas monetarias (comenzando por la posible exclusión de Alemania) o la introducción de euros nacionales dentro de un esquema de paridad controlada pero flexible.

Y junto a tales medidas, Stiglitz propugna la necesidad de abandonar las políticas de austeridad. Porque austeridad en momentos de estancamiento es impracticable y sólo logra ahondar la crisis. Podríamos decir que su argumento equivale a querer aprovechar una crisis cardiaca para reducir el peso del enfermo. Nadie se opone a la bondad última del adelgazamiento de un paciente obeso, que incluso puede ser la razón de sus problemas cardiológicos, pero la errónea gestion de prioridades y la incompatibilidad de calendarios puede ser fatal para el enfermo.

Tras estas simples descripciones subyace la oposición de Alemania a abrazar o permitir políticas adecuadas, imponiendo una visión sesgada del problema que planteó la gran crisis financiera. Como parte de dichas políticas se desarrolló una narrativa de culpabilización de los países en dificultades que ha calado en el inconsciente colectivo. Una visión alimentada en gran medida por los responsables de la aplicación de los planes de austeridad y que han demostrado su impotencia frente a la crisis.

El tiempo todo lo arregla, y por ello la bondad de las políticas se debe medir dentro de un sentido adecuado del plazo en que las medidas aplicadas tienen sus efectos. Nueve años son muchos para pretender que el paciente se cura porque sobrevive y muestra signos marginales de mejora.

El libro de Stiglitz es un completo manual analítico de las deficiencias del sistema y de la perversidad de las políticas aplicadas. También incluye recomendaciones claras de cómo proceder para mejorar la situación, comenzando por alinear los objetivos del Banco Central Europeo con los de la Reserva Federal Americana para incluir no sólo el control de la inflación sino el crecimiento y la estabilidad económica de la zona. Algo cuya necesidad ha expuesto el propio presidente del BCE en sus repetidas criticas de la falta de actuación de la Comisión y al abrazar, aunque tarde, algunas de las medidas monetarias que la Fed ha aplicado con éxito.

El origen fallo de fondo de la UE parece ser el mismo problema que la unión busca resolver sin conseguirlo. El enfrentamiento de intereses entre los estados miembros y la dificultad de coordinar políticas económicas compatibles en periodos de disparidad en la coyuntura de los distintos países. Una dificultad que, en temas monetarios, se vuelve irresoluble por razones de diseño de la estructura subyacente. Y como corolario, lo que se obtiene es estancamiento y elevadas cifras de desempleo sostenido que tratan de achacarse a la globalización económica, olvidando que otros países, como EEUU, también sufren dicha presión internacional y, sin embargo, está en cifras de desempleo pre-crisis.

Esperemos que los responsables políticos lean el texto de Stiglitz sin prejuicios. Porque el camino fácil es mirar para otro lado y descalificar políticamente el análisis del premio Nobel. Cuando la economía se mezcla con la política la discusión técnica deriva en ideológica. Muchas veces, entre la evidencia y la creencia, optamos por la segunda, aún a costa de tener que distorsionar la primera.

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