Una oda a la oscura pero esencial labor del editor de libros

09/12/2016

Miguel Ángel Valero. La película de Michael Grandage es un homenaje a la literatura, al arte de la escritura. // Trailer de 'El editor de libros'

el-editor-de-librosA Contracorriente Films hace honor a su nombre. Después de introducir en España éxitos del cine francés como ‘Barbacoa de amigos’, ‘Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?’ o ‘Nuestro último verano en Escocia’, la distribuidora sorprende con una obra totalmente distinta a éstos: ‘El editor de libros’.

Escribir que se trata, en realidad, de la adaptación cinematográfica de “Max Perkins: el editor de libros”, biografía del descubridor de talentos como como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, o Thomas Wolfe, realizada por A. Scott Berg, ganador del Premio Pulitzer, es hacer poca justicia a la película.

La película dirigida por Michael Grandage, con un gran despliegue de medios, es un homenaje a la literatura, al arte de la escritura, y sobre todo a la oscura pero esencial labor del editor (uno piensa en Esther Tusquets o en Jorge Herralde cuando contempla a Colin Firth hacer de Maxwell Evarts Perkins, con el sombrero que no se quita ni para dormir).

‘El editor de libros’ muestra esencialmente el esfuerzo que supone crear una obra de arte y el papel que juega en ese proceso una persona que ama la literatura y que es capaz de encauzar la arrolladora pero anárquica creatividad del artista hasta plasmarla en un libro.

La película comienza cuando a Max Perkins le llega el monumental manuscrito de la primera novela de Thomas Wolfe, que había sido rechazado por todas las demás editoriales de Nueva York. Lejos de tirar el mamotreto a la papelera, el editor encuentra allí algo que los demás no supieron ver y lo transformó en “El ángel que nos mira”, publicado en 1929, un año maldito para EEUU pero que fue la irrupción en el panorama literario norteamericano de este artista.

Aunque únicamente fuera porque después de ver la película más de uno se acerque, descubra o lea alguna obra de Thomas Wolfe, ‘El editor de libros’ merece la pena.

La película acierta en centrarse en la psicología de los personajes, jugando con el contraste entre el racional Max Perkins y el inestable impulso creativo de Thomas Wolfe, interpretado por un no menos genial Jude Law.

Entre diálogos literarios y prosaicas escenas, la película refleja cómo Max Perkins tiene olfato para descubrir el talento que está detrás de la impetuosa e inmanejable producción literaria de Thomas Wolfe, hasta el punto de dedicar buena parte de su vida a pulir ese diamante en bruto que llega a su mesa. De paso, como quien no quiere la cosa, ‘El editor de libros’, presenta también a otros artistas, como Scott Fitzgerald (interpretado por Guy Pearce) o Hemingway (papel que borda Dominic West).

Destacan también los ‘secundarios’: una camaleónica Nicole Kidman como Aline Bernstein, la amante de Thomas Wolfe; una brillante Laura Linney como sacrificada mujer del editor de libros (que no duda en ‘sacrificar’ a su familia por el afán de imprimir una obra maestra), o Vanessa Kirby como la inquietante Zelda Fitzgerald. Sin olvidar a las entrañables hijas de Max Perkins.

Una escena refleja la especialísima relación entre Thomas Wolfe y su editor. Prácticamente moribundo por culpa de la tuberculosis, Wolfe escribe en el hospital su última carta. “He visto al hombre oscuro muy de cerca, y no creo haber sentido demasiado miedo, pero gran parte de la mortalidad todavía está aferrada a mí», cuenta con mano temblorosa. El destinatario de esa misiva era Maxwell Evarts Perkins. El hombre que supo ver su talento detrás de un paquete de 900 folios.

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