Contamíname

30/12/2016

Maite Vázquez del Río.

Con eso de que acabamos el año con Gobierno y sin más elecciones generales en el horizonte, que las cosas van avanzando, aunque sea a regañadientes, como el «subidón» del salario mínimo (un 8%) y la confirmación de la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones en 2017, la primera vez desde 2012 en que Zapatero optó por congelarlas… pues bien en las últimas semanas las medidas contra la contaminación aplicadas en Madrid se han convertido en el centro de atención de todo el país.

Evidentemente se haga como se haga nunca vamos a ponernos de acuerdo. El problema es que la «improvisación» con que se ha hecho se debe a que todo depende de si llueve, de si hay viento o de vaya usted a saber el fenómeno atmosférico que no nos suma bajo una boina de contaminación.

A bote pronto se me ocurre que mejor que los mailing electorales, que hemos de reconocer muy pocos leen y más cuando se sabe que las papeletas que nos envían también las encontramos en los colegios electorales, los partidos gobernantes (ya sea en el Gobierno central, autonómico o local) mejor nos podrían enviar por correo «pedagógico» los protocolos y normas cuando se activan las medidas y una explicación de todo lo que se necesita hacer y por qué.

Lo de saber cuándo se activan, como he dicho, depende de las condiciones meteorológicas, aunque también es cierto que los gobiernos locales podrían dar un poquito más de tiempo para que todos nos enteremos. Cuando lo vemos en los paneles ya es demasiado tarde.

Muchos se han rasgados las vestiduras, han criticado hasta la estenuación la actuación realizada por Carmena y Sabanés por la «improvisación» a la hora de aplicar los protocolos. Y la verdad, entiendo que esas críticas se deben más al desconocimiento, al margen de las cuestiones ideológicas que siempre se mezclan en cualquiera de las decisiones que se adopten. Porque la rebeldía de Esperanza Aguirre es ideológica más que por desconocimiento ya que ella debe ser una de las primeras en entender la necesidad de estas medidas.

En Madrid no se ha hecho otra cosa que aplicar una ley aprobada en 2011, que se hizo para todo el país. Claro que la encargada de diseñar la aplicación de dicha ley en Madrid fue Ana Botella y echando mano de hemeroteca se puede comprobar cómo arrecieron las críticas contra ella por su mano «blanda» al no aplicar lo que la ley decía. Es más hasta se atrevió a cambiar algún medidor de dióxido de nitrógeno (NO2) para que los niveles bajaran. Pero vamos que con los niveles que hay en Madrid ahora de contaminación entre 2011 y 2015 no se cortaba el tráfico ni se impedía moverse por la «almendra» de la ciudad, ni aparcar en el centro de la ciudad ni se necesitaba pensar si las matrículas eran pares o impares. Y, de verdad, contaminación había y mucha, como ahora.

La polémica ha llegado a tal extremo que hasta la propia Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, ha pedido a los gobiernos locales de A Coruña, Avilés, Barcelona, Bilbao, Ciudad Real, Granada, León, Madrid, Murcia, Santander, Sevilla, Toledo, Valencia y Zaragoza, que la envíen las medidas que contemplan para atajar la contaminación atmosférica urbana. Y es que es un problema de salud y del medio ambiente reconocido desde la OMS, que para evitar males mayores ha sido la organización internacional de fijar los niveles a partir de dióxido de nitrogeno a partir de los cuales hay que actuar. También les ha pedido información sobre los planes de acción a corto plazo para luchar contra la contaminación

No nos podemos quedar cruzados de brazos. En otras ciudades europeas ya se han empezado a tomar también medidas (Londres, París, Roma…). Algo habrá que hacer contra el humo que asfixia el aire, como cantaba Ana Belén en la canción «Contamíname» (claro que era de amor, no de dióxido de nitrógeno).

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