Ha llegado la hora de la verdad para Donald Trump. Los norteamericanos dieron un cheque en blanco al magnate y lo que hará es una incógnita que atemoriza a muchos (al igual que lo que piensa hacer la premier británica con su brexit). Puede entrar en la Casablanca como un elefante en una cacharrería o quizás hará bueno la máxima que el poder modera. En cualquier caso es una incógnita y lo que parece evidente es que no se puede gobernar un país a golpe de twitters de poco más de un centenar de caracteres.

En cualquier caso algo une a los norteamericanos que votaron al próximo presidente con los británicos que respaldaron el brexit: Es un voto rebelde contra el sistema, el hartazgo de la forma tradicional de hacer política, el convencimiento que lo conocido no les satisface y una parte significativa de la sociedad se atreve a apostar por lo desconocido.

De momento Trump usa un lenguaje y unos métodos no convencionales que desconciertan a toda la clase política. Muchas de sus propuestas nos parecen racistas, machistas… pero le han votado no tanto por lo que propone si no por la poca ilusión que generaban las otras propuestas, tanto entre los votantes del partido republicano que lo encumbraron en las primarias como en las filas demócratas desilusionadas por el poco atractivo que ofrecía Hillary Clinton.

Llega la hora de la verdad a ver como sale el experimento (Hitler también ganó unas elecciones) aunque los aparatos del estado norteamericano también son unos poderes fácticos capaces de frenar hipotéticos desvaríos.

Evidentemente Donald Trump desconcierta, unos temen lo peor, otros apuestan para darle una oportunidad. Para todos han dado un cheque en blanco al nuevo presidente de los Estados Unidos.