Miguel Hernández, o la naturaleza razonable

05/11/2010

diarioabierto.es.

Hay una inteligencia primera en la poesía de Miguel Hernández que es hija directa de su sensatez, pero también de una honestidad vital. Es la naturaleza razonable, o el uso verdadero de su simbología poética. Así, tras Perito en lunas, su prometedor primer libro, en el que pondría el poeta tantas esperanzas, quizá una de las críticas más acertadas se debe a Pedro Pérez-Cloret, en Isla, de Cádiz, cuando, en palabras de José Luis Ferris, emplea “una cita de Goethe que revela la intencionalidad de la obra, esto es, el uso de la realidad no como modelo a imitar, sino como una vaga referencia”. Así, la cita de Goethe es la siguiente: “Tened en cuenta la realidad, pero apoyad en ella un solo pie”. Quizá en este detalle, que supo distinguir Pérez-Cloret y que ha recogido sabiamente José Luis Ferris en su biografía Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, es muy significativo, en atención a los logros finales del escritor de Orihuela, esa fusión clara entre el impecable vigor lírico y su transparencia popular.

Cuando Miguel Hernández da a imprenta su Perito en lunas, ya es un experto en Góngora, a quien leído bien. También conoce sobradamente la mejor poesía de su tiempo, y se ha declarado admirador, entre sus íntimos de Orihuela y también en su primera aventura en Madrid, de los poetas del 27, encabezados por Federico García Lorca. Habría sido muy fácil para Hernández incurrir en el plagio lateral, en una imitación de las formas leídas, dado su deseo de ocupar un lugar merecido entre los poetas de su edad, o no mucho mayores que él. Sin embargo, Miguel Hernández sólo se apropia del oficio, de la adecuada técnica compositiva, porque ya tiene dentro el ritmo y la respiración. Porque los materiales que utiliza, esa naturaleza razonable, le pertenece íntegramente. Es, digámoslo así, un material real, y no poético. Ésta es una grandeza más en la poesía de Miguel Hernández: es dueño de los materiales que usa, que en otros escritores, antes y después, y también en sus días, eran únicamente un asunto poético.

Pero no en Miguel. Su pie en la realidad, según la frase de Goethe, está apoyado no sólo con fuerza, sino con conocimiento. Por eso es “una vaga referencia”, porque no se alardea de lo que se posee: ya tiene la belleza, pero su manera de nombrarla es suya enteramente.

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