Pasión y mitin de la reforma laboral

08/03/2012

Luis Díez.

El pleno del Congreso de los Diputados convalidó este jueves, 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora, la reforma laboral decretada el 10 de febrero por el Gobierno de Mariano Rajoy por 197 votos favorables (PP, CiU y los dos diputados de Unión del Pueblo Navarro y el Foro Asturias) y 142 en contra (PSOE, IU, PNV, UPyD y resto del Grupo Mixto). El debate duró tres horas y cuarto y fue tan intenso que en algunos pasajes los argumentos se transformaron en lemas con tonalidad mitinera. La reforma será tramitada como proyecto de ley por procedimiento de urgencia.

Quiso la casualidad y la efemérides que seis de los trece portavoces fueran mujeres, empezando por la ministra de lo que no hay (empleo), Fátima Báñez, quien defendió un texto que ha sido muy bien acogido, dijo, por los mercados financieros y los socios europeos, a los que, como se recordará, el propio Rajoy advirtió que le iba a costar una huelga general. Sostuvo además que se ha hecho “con diálogo social” y aseguró que “es respetuosa con los ámbitos de negociación colectiva”.

Tan sorprendentes afirmaciones la obligaron a precisar en la réplica a la socialista Soraya Rodríguez que se ha reunido cuatro veces con los agentes sociales tras la aprobación del decreto y a recordar que el presidente Rajoy les instó el 30 de noviembre a negociar la reforma y les puso un plazo. Como sólo alcanzaron un pacto de competitividad y moderación de rentas, he ahí el texto que, según la ministra, estaban esperando cinco millones de parados y miles de jóvenes sin empleo.

La socialista Rodríguez midió las dosis de adrenalina. Primero lo hizo irónicamente, destruyendo de una parrafada los tres calificativos del preámbulo. “Es una reforma completa –cambia radicalmente las causas y procedimientos del despido–, es útil –para el objetivo no expresado de facilitar el despido— y es equilibrada –rompe los equilibrios constitucionales”. Después soltó de sopetón: “Es una barbaridad”, y provocó los primeros abucheos de la bancada popular, que a temprana hora registraba media entrada.

Rodríguez aclaró: “Sí, una barbaridad facilitar el despido y abaratar los improcedentes más de un 43% un en una economía en recesión que según sus pronósticos destruirá 630.000 empleos más este año”. Desmenuzó, siempre entre protestas del PP, los aspectos más negativos de la reforma que, entre otras cosas, va a provocar “dumping” entre empresas y a facilitar la extinción de contratos del personal laboral de las Administraciones Públicas para, a continuación, privatizar los servicios. Tachó de “claramente inconstitucional” el contrato de un año, a prueba y sin derechos, y se preguntó cuántos contratos temporales que ahora tienen indemnización serán sustituidos por la nueva fórmula.

La ministra Báñez, que es de Huelva, adoptó un tono mitinero y, como quiera que a las cero horas comienza la campaña electoral en Andalucía, restregó a los socialistas los fraudes de los Eres que investiga la justicia, atizó a Alfredo Pérez Rubalcaba como miembro del Gobierno anterior que encadenó los contratos temporales y ha logrado el récord de cinco millones de parados. Por el contrario aseguró que “la reforma intenta que el despido sea el último recurso”. En pleno rifirrafe llegó el presidente Rajoy, acompañado del titular de Exteriores, José Manuel García Margallo, y la portavoz socialista aprovechó para preguntarle si él, como hizo Zapatero, se responsabilizaba de todos y cada uno de los parados. Rajoy hizo un gesto de extrañeza. “¡Ojo con seguir usando la cifra de parados porque ustedes llevan más de 300.000 en tres meses!”, advirtió Rodríguez.

Con su habitual oportunismo parlamentario, Rosa Díez, de UPyD, aprovechó el enfrentamiento Báñez-Rodríguez para reprocharles que convirtieran el debate en “una reyerta”. La navarra Uxue Barcos destacó, como hicieron otras portavoces, “el daño a la mujer”, en contraste con la protección que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, ofrece a las embarazadas. Con mayor precisión, Emilio Olabarría, del PNV, remarcó que suprime hasta el “permiso de lactancia”, contempla horas extras en los contratos a tiempo parcial, que en su mayoría son mujeres que han de cuidar a los hijos y pone en entredicho el derecho de reincorporación tras la excedencia por hijos.

No faltaron palabras gruesas: “Esto no es una reforma, es un atentado, terrorismo empresarial”, dijo Joan Tardá, de ERC. “Ustedes nos quieren robar”, afirmó Joan Baldoví, de Eco. Sabino Cuadra, de Amaiur, calificó de “abuso” que la vicepresidenta de la Cámara, Celia Villalobos, le “recortara” el tiempo a cuatro minutos, que dieron de sí lo suficiente para tildar de “ladrones” a “los 35 del Ibex”, invocar a San Ambrosio y pedir al ministro del Interior que envíe a la policía contra el “enladronamiento” del directivo del Santander Emilio Luzón, que se ha jubilado con 63 millones de euros en vez de contra los estudiantes.

Joan Coscubiella, exscretario general de CCOO de Cataluña argumentó que el problema laboral español no es de legislación sino de inversión y de crédito, como demuestra el alto índice de desempleo en unas regiones y en algunos sectores en contraste con otros. Y, finalmente, Carles Campuzano, de CiU, respaldó la reforma por entender que permite la flexibilidad interna en las empresas para prevenir el despido.

El resumen lo aportó Carmen Álvarez Arenas, del PP, quien dijo que “el nuevo equipo médico”, a diferencia del anterior, que sólo aplicaba paños calientes, ha optado por “un tratamiento de choque, doloroso y agresivo, pero con esta medicina, el enfermo tiene esperanza; hay cura”. Aunque está por ver, el centro derecha la aplaudió con mucho entusiasmo.

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