“Somos adictos al móvil, sobre todo los jóvenes, lo admitimos a regañadientes y no reconocemos las consecuencias negativas que conlleva esta nueva dependencia”. Es la principal conclusión del Control de Movilemia llevado a cabo por CPP, compañía que ofrece seguros de protección para estos aparatos y para ordenadores portátiles y tablet, en mayo en la Ciudad Universitaria de Madrid, en colaboración con el psicólogo experto en adicciones, José Antonio Molina del Peral.

La investigación buscaba si existe adicción evaluando variables como la tolerancia, pérdida de control, interferencia en aspectos de la vida diaria y abstinencia. La mayoría admitió usar el móvil “para todo” (68%), tenerlo encendido las 24 horas del día (78%), no poder pasar más de media hora sin mirarlo (61%), acabar pasando más tiempo con él del que tenían previsto (78%) y considerarlo algo totalmente imprescindible (60%). Pero sólo el 16% admitió que interfería en aspectos de su vida diaria y que acababan desatendiendo sus obligaciones o sus relaciones con amigos o familiares.

Para los responsables de la investigación, existen síntomas que hacen pensar en que algunas personas estén en fase de negación del problema. Casi la mitad de los jóvenes (43%) aseguró encontrar dificultades para no usar el móvil en lugares donde está prohibido, como el cine o el coche., delatando un uso compulsivo del aparato. Molina del Peral explica que “queríamos analizar qué pasaría si no pudiesen utilizar el dispositivo por cualquier razón,k así que, al comienzo del Control de Movilemia, se sugería a los jóvenes que para continuar con el análisis debían apagar el móvil el resto del día”.

“Más tarde, a mitad del test, se les preguntó si sentirían inquietud o nerviosismo al no poder usar el móvil durante seis horas. Pues bien, sólo el 21% admitió que les pondría un poco nerviosos y tan sólo el 9% que bastante nerviosos. Sin embargo, cuando de forma casual les decíamos al finalizar las pruebas que no hacía falta que apagasen el móvil, les preguntamos si esa sugerencia les había generado algún tipo de ansiedad o stress, el 45% admitió que un poco y el 18% que bastante, justo el doble”. Junto con el resultado de su test de movilemia, al finalizar las pruebas se hizo entrega a los jóvenes de una guía de uso responsable.

Eduardo Gil, responsable de Comunicación de CPP, asegura que “la recomendación más habitual consiste en no usar tanto el móvil pero eso no es algo realista”, porque “el móvil forma parte de nuestras vidas y cada día más, es la herramienta más útil creada por el ser humano para comunicarnos y para interactuar con nuestro entorno por lo que, en lugar de usarlo menos, cada vez vamos a usar más”. “Lo que debe hacer la gente es protegerse de los riesgos asociados a quedarte sin el móvil, es decir a sufrir un robo o una avería.”, subraya.

Desde CPP aseguran que sus clientes, sobre todo si tienen un smartphone, suelen sufrir ansiedad y stress cuando son víctimas de un robo o una avería porque no pueden comunicarse como lo hacen habitualmente y se sienten desconectados hasta que lo recuperan.

CPP alerta de que “el riesgo a sufrir un robo está en aumento, no sólo porque sean dispositivos cada vez más caros y que almacenan información muy sensible y jugosa, sino porque la gente no está concienciada”. El 42% lo suele llevar en el bolsillo de atrás del pantalón o en el bolso sin cerrar, y el 52% lo deja encima de la mesa de una cafetería, o de la barra de un bar, por si suena. Además, el 78% admite que alguna vez se la ha caído al suelo, y el 56%, que se lo suele llevar a la piscina o a la playa.

Riesgo de fraude

La compañía advierte también sobre el riesgo de fraude mediante un robo de datos personales desde el móvil. Conectarse a redes Wifi públicas gratuitas (el 51% de los jóvenes lo hace), no tener un antivirus (80%), y descargarse aplicaciones de sitios no oficiales (el 25%) aumenta considerablemente el riesgo a sufrir un robo de identidad. Según Inteco, el 18% de los españoles afirma haber sido objeto de algún intento de fraude telefónico, y un 3,2% declara haber sufrido impacto económico por intentos de fraude.

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