La factoría de Vigo se perfila mejor posicionada que la de Zaragoza

Merkel negocia con PSA para que el cierre de plantas de General Motors no afecte a Alemania

01:09h

El anuncio de la fusión de los activos de General Motors en Europa con el grupo PSA (Citroen y Peugeot), que se realizaría con la compra de Opel por la compañía francesa, está movilizando a sindicatos, directivos y Administraciones de los países en los que están ubicadas plantas de estas empresas automovilísticas por las previsibles repercusiones de la operación. Pero el que ha reaccionado con más celeridad y contundencia es el Ejecutivo que preside Angela Merkel que quiere salvar no solo las tres factorías alemanas -que dan empleo a cerca de 20.000 personas- sino también la sede de Opel en Europa situada en la ciudad de Rüsselheim, donde la compañía fue fundada hace más de 110 años. Y al menos este último punto parece que ya lo ya ha conseguido, según habría comunicado directamente el director ejecutivo de PSA, el portugués Carlos Tavares, a la canciller alemana. El diseño de la operación, a través de la adquisición por PSA de GM Europa, evidencia que el poder de decisión no se reparte al 50% y que la capacidad para establecer las líneas estratégicas sobre el futuro industrial del grupo resultante, que sería el segundo de la industria automovilística europea detrás de Volkswagen, está en manos de los franceses. Y como en todos los procesos de concentración el objetivo básico es la mejora de la productividad, lo que se va a traducir en reducción de la capacidad productiva y en el cierre de al menos tres factorías, y todo apunta a que afectará más a plantas de Opel que de PSA. En contra de General Motors Europa pesan también las pérdidas acumuladas y la rentabilidad de sus factorías que operan al 63% de su capacidad instalada, frente al 71% de las fábricas del grupo francés. El consorcio estadounidense está presente, además de en Alemania, en España, Austria, Polonia, Hungria, Rusia e Inglaterra, en donde utiliza la marca Vauxhall. Tavares, el hombre que salvó al grupo francés de una crisis galopante que hizo tener por su futuro, ha aplicado en la empresa que dirige fórmulas que se mueven en esa línea y que podría repetirse ahora. Además la historia reciente de las dos compañías -PSA y Opel- contiene cierres que se produjeron en varios países, desde Bélgica a Alemania. En este contexto, la presidenta de GM, Mary Barra ha visitado esta semana, sólo un día después de salir a la luz la operación, la sede de Opel, en Rüsselsheim, para informar al equipo directivo sobre la marcha de las negociaciones. "Aunque no hay garantías de acuerdo, la transacción permitiría al Grupo PSA y Opel Vauxhall aprovechar sus ventajas complementarias, mejorando sus posiciones para el futuro de un mercado europeo cada vez más cambiante", manifestó Barra a los empleados de Opel. Si bien la presión política no es el único factor para decidir dónde se producen los cierres, influye con fuerza, y en este tema, Alemania y también Francia cuentan de partida con posiciones privilegiadas. Por el contrario, España, en donde el grupo PSA tiene dos plantas -la más relevante la de Vigo- y Opel es propietaria de la factoría de Figueruelas (Zaragoza), no ha reaccionado aún en una línea similar, según fuentes sindicales. Los mismos medios señalan que en el contexto actual la mejor posicionada es la de Vigo, frente a la de Zaragoza, aunque ambas son testigo de las colaboración industrial entre las dos matrices que ahora pretenden dar un paso más definitivo. En la planta gallega se va a fabricar el Opel Combo y las sinergias afectan también al proyecto K9. En Zaragoza trabajan 5.500 personas de las 38.000 que GM cuenta en Europa. Para la empresa estadounidense esta compra valorada en unos 3.000 millones de euros podría suponer no tanto la salida sino un cambio de posiciones en Europa, ante un posible acuerdo con el grupo Fiat Chrysler -surgido de sucesivas operaciones de quiebras y alianzas en la industria automovilística, quizá la actividad de producción más internacionalizada-.