¿Y ahora qué?

01:09h

¿Ha servido para algo el número de Pedro Sánchez? Depende de cuál fuera su objetivo. A corto plazo ha conseguido movilizar la mayor parte de su partido que ha cerrado filas en torno a su figura y evidentemente potenciar la candidatura de Salvador Illa en las inminentes elecciones catalanas, cuya victoria se da por sentada, pero incluso con ella la posibilidad de que acceda a presidir Catalunya está en el aire.
Pero no creo que este fuera el objetivo de su periodo de reflexión sino más bien dotarse de armas para afrontar retos mayores como el de una reforma profunda del sistema judicial desencallar el colapso de la cúpula de la justicia y acabar con la politización de este organismo cuya imparcialidad genera algo más que dudas. De ello depende que el susto que dio a muchos su amenaza de irse a su casa se salde con éxito.
En primer lugar, su amenaza le deja las manos libres incluso para “hacer alcaldadas” (en definitiva es una parte de su sueldo) y depende de su valentía y su disposición a pisar determinados callos muy concretos que lo consiga. Pero para ello ha de actuar con una cierta rapidez para convencer a los que han salido a la calle pidiendo su continuidad no se sientan defraudados. Ahora tiene un cierto respiro. Previsiblemente, superará con nota el envite de las catalanas (sea cual sea el resultado de los pactos postelectorales) y le abre la puerta para que el efecto movilización se prolongue a las elecciones europeas y el revés de los socialistas no sea tan contundente como algunos auguraban.
Pero después del verano tiene que coger el toro por los cuernos y afrontar el problema judicial reformando lo que haga falta con o sin la bendición de Bruselas para que los españoles vuelvan a creer en el sistema judicial , pero lo ha de hacer con la sensibilidad suficiente para no transmitir la sensación de que quitan a unos para poner a los de su cuerda).
Por supuesto, también tiene que derogar la ley mordaza y asumir las profundas reformas para impedir que determinados organismos amparen las llamadas policías patrióticas. Son medidas que de buen seguro tendrían el respaldo de la actual mayoría parlamentaria.
La oposición y sus círculos de influencia vociferaría, pero lo hará igual haga lo que haga e incluso si no hace nada. Y uno, de tanto gritar corre el peligro de quedarse afónico.