La «paciencia estratégica» de Rajoy

15/03/2017

Luis Díez.

«Todos quieren venir a Europa», dijo el miércoles Mariano Rajoy ante el pleno del Congreso, coincidiendo con la jornada electoral en Holanda. Lo que no sabemos es a dónde quiere ir Europa o, mejor dicho, a dónde la conducirán los gobiernos neoliberales del «austericidio» que, de momento, han conseguido éxitos tales como el Brexit o portazo popular de los británicos, la liquidación de los derechos sociales con los «minijots», la precariedad y la «uberización» para jóvenes y viejos, y un ascenso político impensable hace dos años del populismo de la ultraderecha patriótica y nacionalista, envuelta en las banderas de los Estados nación y de las naciones sin Estado para defender lo propio frente al invasor que viene del sur, es decir, contra la inmigración.

La frase del jefe del jefe del Gobierno, repetida ad nauseam durante las cinco horas de cháchara parlamentaria sobre la Unión Europea (UE), fue la percha de la que colgó el consabido discurso pintando a Europa como «la historia de éxito», es decir, ese lugar donde la gente vive en paz después de dos guerras mundiales, las personas tienen libertad y democracia, disfrutan de derechos civiles y de un sistema de protección social con educación, asistencia sanitaria y pensiones de jubilación. «Por eso todos quieren venir a Europa, pero eso no puede ser», agregó Rajoy.

De ahí que el principal asunto del que se ocuparon los presidentes y jefes de gobierno comunitarios en la cumbre de Bruselas, el pasado 9 de marzo, fuese el refuerzo de los controles en el Mediterráneo central contra los inmigrantes que vienen huyendo de las hambrunas y las guerras del cuerno de África y alcanzan las costas de Libia. Además de ese acuerdo para «reforzar a los guardacostas libios», Rajoy acuñó un concepto para tratar a los millones de sirios que han abandonado el país, devastado por cinco años de guerra: «Paciencia estratégica».

Con paciencia se puede cocer una piedra hasta beber su caldo, que diría él gran Gabo, y con la «paciencia estratégica» de Rajoy es posible mirar hacia otro lado, incumplir el compromiso de acoger a 18.000 refugiados (España sólo ha permitido la entrada de 800 sirios) y esperar a que los problemas se resuelvan por sí solos. Lo que no esperaban los portavoces de la oposición que criticaron la cicatería del jefe del Gobierno era que se colocara a la altura de la Marine Le Pen con el mensaje rastrero y subliminal de que los inmigrantes nos quitan el trabajo.

Pero vive Dios que así fue. «De los casi 18 millones de trabajadores que tenemos en España, más del 10%, 2,3 millones son extranjeros», dijo invocando la última encuesta de población activa o EPA. «¿Cuántos más podemos acoger, 50.000, 200.000…?», retó a la oposición. Y por si no lo sabían, abundó en el hecho de que nuestro país es, según Euroestar, el que más residentes extranjeros tiene, más que Alemania, Reino Unido y, desde luego, que Francia. El porcentaje de residentes de otros países es aquí del 9,6% frente al 9,3 de Alemania, al 8,4 de Gran Bretaña y al 6,6% de Francia.

A la pregunta de qué efecto tendrá el Brexit en nuestro país, Rajoy contestó que «es imposible saberlo; hablar de lo que nos costará el Brexit dependerá de si hay o no acuerdo de libre comercio entre la UE y Reino Unido». Lo único que sabemos es que de nuestras exportaciones, estimadas en 255.000 millones de euros al año, 19.000 van a Gran Bretaña y el impacto sería mínimo, entre 500 y 1000 millones menos. Es verdad que España tendría que aportar más cuota a la UE, pero si restamos el «cheque británico» tampoco será mucho más. Las dificultades serán para las personas (400.000 británicos residen en España y más de 80.000 españoles que trabajan allí), no para las mercancías ni los capitales.

A la pregunta de a dónde irá la UE, Rajoy consideró inevitable una «Europa de dos velocidades» que a nadie debe extrañar, pues ya existe. De hecho 19 países están en el euro y el resto, nueve, se mantienen fuera de la moneda común. «No es negativo que haya dos velocidades; si algunos no quieren compartir la unión bancaria y la unión fiscal, no pueden frenar a los demás», afirmó antes de adelantar el mensaje que emitirán el 25 de marzo en Roma, tras el festejo del 60º aniversario de la creación del Mercado Común: «Ilusión, confianza y unidad cara al futuro». Abundó en la conveniencia de «preservar los logros» frente al «desasosiego de la crisis» y al «auge de los populismos y los nacionalismos».

Ya puestos a anticipar, el presidente esbozó las tres ideas que llevará a la cumbre del aniversario: control exterior (en los países de origen) de la inmigración, más seguridad y defensa y prevención del terrorismo, y más desarrollo económico y social con una economía abierta. En este sentido pronosticó el acuerdo de libre comercio UE-Japón antes de que termine este año y un fuerte impulso a la negociación con México y Mercosur. Aunque los nacionalistas catalanes Joan Tardà y Fracesc Homs intentaron conducir el debate hacia el litigio, Rajoy no entró al trapo. El socialista Antonio Hernando y el ciudadano Albert Rivera se mostraron básicamente de acuerdo con el jefe del Gobierno y el podemista Pablo Iglesias recuperó el mensaje de Julio Anguita para decir que el Tratado de Maastrich de unión monetaria fue un error y después todo ha sido un desastre.

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