Chacón, la bondad y el «tocho»

10/04/2017

Luis Díez.

Carmen Chacón Piqueras (Esplugues de Llobregat, 1971; Madrid, 2017) era una buena persona y una mala política. En la historia ocupará unas líneas como la primera mujer española que llegó a ministra de Defensa. «Capitán, mande firmes». Pero en quienes la conocieron y trataron prevalecerá la bondad sobre las demás cualidades que la adornaron. Y al decir «buena» añado el machadiano sentido de la palabra buena.

Para un corresponsal parlamentario como un servidor y picapedrero fue una bendición del cielo. En contraste con otros prebostes de la Mesa del Congreso, ella comprendió desde el minuto uno el derecho a la información y desde que alcanzó la vicepresidencia de la Cámara (2004) me permitió acceder al «tocho» del Registro, con las respuestas del Gobierno a las preguntas de la oposición y las iniciativas del propio Ejecutivo y de los grupos parlamentarios.

Dicho sea de paso, los miembros de la Mesa del Congreso, se consideraban propietarios de la información y solo permitían hojear aquellas resmas de papel fotocopiado a los corresponsales de las agencias Europa Press y la oficial Efe. Nunca supe por qué. Un servidor se asomaba a su despacho, la saludaba (siempre estaba ocupada), me dirigía a su secretaria, María, que me indicaba el último «tocho», lo empuñaba y, para no molestar, salía al pasillo y lo hojeaba sobre la repisa del radiador. Tomaba algunas notas, consultaba los detalles de las respuestas más interesantes y noticiosas, lo devolvía a su lugar en los anaqueles del mueble de su despacho y adiós muy buenas.

Esa bondad de trato y una tolerancia inteligente, unida a su experiencia como docente (había sido profesora de Derecho Constitucional en la Universidad de Girona) y a su capacidad para meterse en los zapatos de los demás (fue concejal y teniente de alcalde de su pueblo, Espluges de Llobregat desde 1999 a 2003), obraban el milagro del sosiego cuando ella presidía el pleno del Congreso. Suave en las formas y firme en las normas, la oposición la respetaba y no osaba armar el guirigay que le montaba a su correligionario, el irritable Marín.

Fue entonces cuando al vicepresidente tercero y uno de los padres de la Constitución, Gabriel Cisneros, del PP, se le declaró un cáncer y fue enviado a operarse a Barcelona. Gabi, como le llamábamos familiarmente, estaba más solo que la una, y Chacón pidió a su padre que fuera a visitarle al hospital, ya que ella no podía hacerlo, debido a las múltiples ocupaciones. Me quedé con ese rasgo de bondad poco frecuente entre los adversarios políticos.

Luego, en 2007, el entonces jefe de Gobierno, ZP, la nombró ministra de Vivienda y su puesto de vicepresidenta primera del Congreso fue ocupado por la exministra de Cultura, Carmen Calvo Poyato, quien me negó el acceso para echar una hojeada al «tocho». Ahí acabaron las facilidades informativas. Luego me enteré por una crónica del colega de información judicial José Yoldi que la mencionada Calvo tenía un acendrado sentido de la propiedad, según el cual «el dinero público no es de nadie» o, dicho de otro modo, «lo que es de todos no es de nadie».

Tras las elecciones generales de 2008, ZP nombró a Chacón ministra de Defensa y colocó a su antecesor y amigo, José Antonio Alonso, de portavoz parlamentario. El leonés Alonso regresó a la judicatura. Falleció también muy joven, víctima de un cáncer, el 2 de febrero pasado. Él tenía 56 años y Chacón diez menos. Descansen en paz.

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