Ya no podemos curarnos de tanto espanto

21/04/2017

Maite Vázquez del Río.

Nuestra capacidad de sorpresa es inagotable, pero hemos llegado a un nivel que ya no podemos curarnos de tanto espanto. Esta semana nos ha dejado ojipláticos y con la boca abierta, tan abierta que sólo podemos decir un rotundo ¡basta ya de tanta corrupción y tanto mangante! La clase política necesita una limpieza y los españoles ya no podemos con ella.

El PP ha vivido en el país de las maravillas. Sus dirigentes de ahora y de antes miran para otro lado como si no fuera con ellos, pero en qué país se ha visto que un presidente del Gobierno vaya a declarar como testigo como «algo normal». Lo han podrido todo mientras la Justicia sigue investigando y destapando pero sin llegar a ninguna conclusión, con casos abiertos que llevan más de 10 años a la espera (Gürtel). ¿Hasta cuándo?

Y encima nos toca ver en primera línea y sin ningún pudor el espanto de las presiones que están teniendo lugar en el ministerio Fiscal. Hasta  las asociaciones de fiscales se han mostrado preocupadas por la perdida de credibilidad e independencia de la Fiscalía ante la polémica surgida a raíz de determinadas decisiones del fiscal jefe Anticorrupción, Manuel Moix, sobre la ‘Operación Lezo’ y tras el relevo de los fiscales del caso por la financiación ilegal de la antigua Convergència Democrática de Catalunya (CDC).

Mariano Rajoy va como testigo y muchos ciudadanos pensamos que tal vez debería empezar a asumir responsabilidades. ¿Cómo nos puede gobernar alguien que no puede gobernar ni a la gente de su partido? Y no nos vale que se pongan o quiten manos del fuego por nadie. Ya no nos vale que no me enteraba de nada. No tiene perdón que muchos de los que ocuparon presidencias de comunidades o papeles relevantes en la toma de decisiones del país se intenten ir de rositas cuando su entrada en política no fue por el bien de todos, sino de ellos mismos, de sus amigos y de sus familiares.

Rodrigo Rato es un claro ejemplo de lo que parece ser la podredumbre más absoluta. El ‘héroe’ del milagro económico, nacido en alta cuna y en familia de dinero no tenía bastante y parece ser que ya siendo vicepresidente -hasta tuvo la oferta de Aznar de ser su sucesor- ocultaba dinero fuera de nuestras fronteras y durante su actividad política y hasta llegar a Bankia se dedicaba al trapicheo. Qué vergüenza verle ahora en grabaciones antiguas decir todo lo que dijo contra los defraudadores.

Y qué decir de Ignacio González, el causante de las lágrimas de su benefactora. Todo apunta, al menos esa es la conclusión de la UCO, que utilizó su cargo para enriquecerse a través del Canal de Isabel II. Lo que no se explica es cómo Esperanza Aguirre y en la calle Génova no se dieron cuenta del nivel de vida que llevaba, que estaba muy lejos de su sueldo de Presidente de la Comunidad de Madrid. Parecía que todo se iba a quedar en el ‘escándalo’ del ático de Marbella. Pero no. Ahora resulta que el clan González se enriqueció a costa de la confianza de los madrileños. Su hermano ha sido detenido y hasta utilizaron a su padre de 90 años para blanquear dinero. La codicia no tiene límites. No es de extrañar que las sospechas sobre la lideresa vayan in crescendo.

Pero el caso Lezo ha traído más cosas a la palestra. La corrupción, en primer lugar. Pero estamos asistiendo a cómo ‘juegan’ en esta partida las presiones de los políticos sobre la fiscalía, o algunos insignes periodistas que sin el menor pudor se atreven a llamar «zorra» a Cristina Cifuentes o a su jefa de comunicación. Y qué decir de las ‘disculpas’ de Marhuenda sobre esta calificación… Tal vez sea la práctica habitual que utiliza para llamar a las mujeres, sin importarle el cargo. ¿Qué calificativo empleará, entonces, para las que no tienen cargo ni relevancia?

Más de una década con tanta corrupción que está aflorando y, sin embargo, ahí nos siguen gobernando… Ya no hay antídoto que pueda curarnos de tanto espanto.

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