De crucero por el Rin

05/09/2017

Carmela Díaz.

Tiene fama de ser uno de los ríos europeos más románticos con permiso del Danubio. Fortalezas medievales, tranquilas abadías, palacios barrocos, campos cubiertos de vides, iglesias y palacios que se asoman a sus orillas… Todo ello se agolpa en las orillas del Rin, llamado Vater (padre) por los lugareños, y que se descubre en todo su esplendor a bordo de un crucero fluvial, una manera de viajar descansando y descubriendo joyas artísticas, al tiempo que se disfruta de la mejor gastronomía y propuestas de ocio. William Turner pintó sus matices, Richard Wagner lo enalteció en su ópera Crepúsculo de los dioses, Beethoven y Gutenberg nacieron en sus orillas y Heine, Goethe, Byron y Mark Twain le dedicaron textos y poemas. Pero tal vez el más bello piropo llegó de un francés, Víctor Hugo: “Toda la historia de Europa fluye por su curso de guerreros y pensadores.

Los cruceros están en auge y los fluviales son también una original alternativa, especialmente aquellos que recorren los grandes ríos europeos, como el Rin. El viaje que propone CroisiEurope permite descubrir los encantos de Ámsterdam y otras bellas localidades holandesas, como Rotterdam, Kinderdijk y Nimega; también las ciudades alemanas de Colonia, Coblenza, Rüdesheim o Boppard.

Toda la travesía tiene encanto, pero el tramo entre Coblenza y Maguncia, que recorre el valle más legendario de Alemania resulta espectacular. Estos escasos 80 kilómetros en el corazón del antiguo Sacro Imperio Germánico discurren entre meandros y desfiladeros, culminados por una treintena de castillos y punteados por pueblitos tradicionales rodeados de viñas escalonadas que enamoraron a los románticos de cualquier nacionalidad.

Como el crucero comienza en Ámsterdam y el muelle se encuentra en el centro de la ciudad, junto a la Estación Central, hay una buena oportunidad de pasear antes de embarcar por la ciudad de los canales, acercarse hasta la plaza del Dam, corazón de la ciudad, con el Palacio Real presidiéndola y tal vez hacer una rápida visita al Rijksmuseum, el Museo Van Gogh o las Casas de Ana Frank o Rembrandt. En todo caso, al anochecer, se hace un recorrido nocturno en bateau-mouche a través de los famosos canales por los que algunos denominan a esta ciudad como «Venecia del norte».

Os resumimos algunas de las paradas clave de esta travesía:

  • Coblenza es un buen resumen de la historia de Europa. En su caso histórico, reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial, se encuentran ejemplos arquitectónicos desde el siglo XII al XVIII, edificios y templos, como la iglesia románica de St. Castor, con su delicioso jardín Blumenhof o como el dieciochesco palacio de los Príncipes Electores. Llama la atención su torre gótica, Deutscher Kaiser, el único edificio que salió totalmente indemne de la última contienda mundial.
  • El castillo de Marksburg, antaño prisión de los príncipes de Nassau, se alza sobre una roca a 480 metros de altura, con el pueblecito de Braubach a sus pies.
  • Boppard es una preciosa localidad rodeada de viñedos a lo largo de un monumental meandro. Fundada por los romanos y residencia real de los francos, tiene varios atractivos en su casco antiguo. El otro enclave imprescindible de Boppard es el castillo de los Príncipes Electores, situado en la orilla misma del Rin.
  • Las ciudades medievales de Sankt Goar y Sankt Goarshausen introducen al viajero en la fascinante leyenda de Loreley. En esta parte el río apenas tiene 150 metros de ancho, pero la fuerza de la corriente es tal, que causaba frecuentes naufragios. Una sirena o hada del Rin llamada Loreley, reclinada sobre una peña, atraía con sus cánticos a los navegantes hasta hacerlos naufragar contra sombrías rocas a la vera de los viñedos.
  • También se vista Rüdesheim, capital de la región de Rheingau y famosa comarca vitivinícola.
  • Y antes de regresar a casa todavía resta conocer una de las grandes capitales alemanas: Dusseldorf.

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