Zalacaín es uno de esos lugares de toda la vida que dan personalidad gastronómica a una ciudad, esos sitios a los que hay que ir porque son autóctonos e identifican a las ciudades. No es un restaurante exportable, es Zalacaín y está donde empezó, escondido en la vegetación en un lugar recóndito pegado a la calle María de Molina. Siempre ha sido un lugar de encuentro y acuerdo en el mundo político, empresarial y social.  Es un restaurante en los que te hace sentir bien acudir con corbata o con tacones de salón. En uno de sus reservados hizo más de una celebración Christiano Ronaldo antes de salir del Madrid y varias generaciones de empresarios, de apellidos Entrecanales o Botin, se han sentado en sus salones y por contar, contaron hasta hace poco, como jefe de sala con el hombre que sirvió las recepciones de gala a los reyes durante 25 años, Carmelo Pérez, ahora jubilado.

Detalle del servicio de mesa de Zalacaín

Van por la tercera etapa y después de una renovación a fondo han apostado por darle más protagonismo que nunca a sus salones privados con vistas al jardín. El salón Catalina, con capacidad para 12 personas, Linda, para 10 y Rosita para 30. Los nombres de las tres mujeres que pasaron por la vida de “Zalacaín El aventurero”,  el último libro de la tribología vasca del escritor Pío Baroja, son el corazón de este restaurante en el que la luz, ha sido el hilo conductor.  Además, su sala principal, con aforo para 110 personas  es completamente panelable para que sus clientes puedan demandar en cualquier momento esa intimidad que requiere una comida o celebración.

Salón Linda de Zalacaín

El equipo que lidera Carmen González y el chef Julio Miralles consta de 40 personas con la misma propuesta gastronómica de toda la vida, basada en la cocina tradicional con producto de temporada. Decir que es tiempo de calabazas, setas, castañas y trufa y que su steak tartar, el pichón en dos cocciones y el carpaccio de carabinero con manzana es para repetir sin parar.