Trabajo: ¿castigo o júbilo?

15/11/2010

José Manuel Casado, presidente de 2C Casado Consulting. Cuando yo era niño mis padres oían casi siempre la radio. En mi casa no hubo televisor hasta que yo tuve seis ó siete años. Por aquel entonces el 90% del tiempo de emisión era ocupado por la Carta de Ajuste, una imagen aburrida, estática y con un sonido, un pitido agudo y molesto, que posteriormente fue sustituido por música clásica.

Para mis abuelos, las noticias de la radio -o el parte, como ellos lo llamaban- eran sagradas. No se podía ni rechistar mientras se escuchaba; era su punto principal, y casi único, de contacto y conexión con el mundo. De alguna forma, para mis padres el parte también ha sido siempre importante, todavía hoy, las comidas en su casa intentan ser compatibles con las noticias de la televisión.

A mi abuelo materno le fascinaba cantar por peteneras, al paterno le gustaba Antonio Molina. A mis padres les encantaban el Fari, Carmen Sevilla, Lola Flores… Tarareaban las primeras melodías de  The Beatles… Y el carro que le robaron a Manolo Escobar, a juzgar por las veces que oí de pequeño esta canción, debía estar escondido en el jardín de mi casa. A mí me gustaba mucho Peter, Paul & Mary, Elton John, Bruce Springnsteen, Donna Summer, Freddie Mercury; escuchaba pop rock y country… Nuestros hijos ahora tienen mucha más variedad y escuchan y distinguen perfectamente diferentes tipos de música: hip hop, punk pop, bacalao, heavy metal, reggaeton, chill out, house, dance, tecno, etc.

Recuerdo la mano temblorosa de mi abuelo, a quien siempre vi escribir con pluma y tintero. El sonido del teclado de la máquina de escribir forma parte de la historia de mi padre. En la facultad dije goodbye al tipex y me compré el primer ordenador Amstrand de cinta, su procesador de textos me cautivó desde el primer día. Hoy, mis hijos, para quienes los artefactos tecnológicos son casi apéndices naturales de su anatomía, han contribuido a inventar un abecedario con  bastantes menos letras, para redactar textos y enviar SMS ó MSN a cualquiera, a cualquier hora, en cualquier parte del mundo y desde cualquier dispositivo.

Mis padres se dirigían a los suyos de usted, a los nuestros los llamábamos papá y mamá y hoy nuestros hijos nos llaman por nuestro nombre propio. En la época de mis abuelos sólo un puñado de privilegiados estudiaba una carrera universitaria; en la de mis padres este grupo no superaría el 10%; en la nuestra la proporción aumentó considerablemente, y hoy, afortunadamente, una gran mayoría puede cursar prácticamente los estudios que desee.

Después de esto, y de otros 500 folios que fácilmente podría escribir para resaltar el contraste entre ayer y hoy, las diferencias entre lo que fueron nuestros abuelos y lo que son nuestros hijos, me pregunto: ¿alguien en su sano juicio puede pensar que las personas tengamos los mismos valores, planteamientos y actitudes ante la vida, el mundo o el trabajo? ¿Algún ingenuo desorientado puede creer que nada ha cambiado en y ante el trabajo? ¿Algún trasnochado gestor -o más bien deberíamos decir administrador, que ha perdido el manguito de sus neuronas- puede pensar que todo va a volver a ser cómo era antes? ¿Algún melancólico patológico puede estar convencido de que es el mundo el que está equivocado y que las empresas deben seguir concibiendo y organizando el trabajo, casi como lo propusiera Adam Smith en 1776, en su ya célebre obra Investigación sobre la naturaleza y causas de las riquezas de las Naciones, y cuya tesis central es que la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo?

¡Señoras y señores!, y aunque todavía a más de uno le pueda pesar, Smith, Taylor, Fayol, Sloan, etc. ya han muerto. Y con ellos, parte de sus por entonces muy válidas pero hoy rancias teorías en sus concepciones fundamentalistas sobre el hombre y la organización del trabajo. No les digo más, convénzanse: el trabajo y su organización han cambiado radicalmente. Y éste -a pesar de que la crisis actual esté atenuando las demandas de los mejores profesionales- ha pasado de ser castigo divino a júbilo de elección personal.

José Manuel Casado preside 2C Casado Consulting, firma especializada en consultoría de organización, estrategia de capital humano y gestión del cambio. Su trabajo  se centra en los equipos de alta dirección de las organizaciones empresariales. Lograr que las personas sean consideradas como un fin, haciendo posible la obtención de los mejores resultados empresariales con las más altas cotas de realización de todos los individuos, es su visión.

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