El grado de compromiso al realizar las tareas es crucial para un óptimo control anímico

29/09/2021

Mario Valdivielso, barítono y profesor de canto. Mi libro, ‘Abierto por emociones’, te puede ayudar.

Siempre pensé que el mundo de las emociones nos debiera de suscitar alguna suerte de reflexión, al menos más interés por saber cómo, qué y por qué se producen. Peregrina empresa, lo sé. Intentar averiguar por dónde se mueven dentro de nuestro ser lo complicaría. ¿Podrían hacerlo rondándonos las vísceras? ¿Es nuestro cerebro el que al final las recibe y nos mueve a la ternura, nos aprieta el alma y nos hace estremecer? Las emociones se producen, pretendo deducir, por impactos recibidos desde el exterior. Seguro que si me doy una vuelta por Internet lo acabaría aclarando. Pero me produce satisfacción jugar con estas hipótesis y dudas, sin recibir tecnicismo alguno que ha de servirse cuarteado.

Las emociones, junto a otras manifestaciones anímicas que se revelan en nuestra historia vital, se han ido transformando en una mercadería que, en ese intercambio de flujos afectivos con nuestros próximos, nos ha hecho a todos víctimas y cómplices a un mismo tiempo de una situación, en muchos casos, cercana a la prefabricación de sentimientos. Los pensamientos íntimos se nos filtran por las rendijas que deja abiertas la razón, centro de comunicaciones bastante fiable en un tiempo no tan pretérito. Hoy día, esta sociedad del marketing emocional se ha convertido en un instrumento para empoderar a nuestra propia marca personal, luciendo palmito y otras bagatelas personales por las redes sociales que nos conducen a una emoción colindante con la prefabricación.

En el ámbito laboral, las emociones pueden sufrir algunos cambios de reacción afectiva entre grupos de labor y especialidades de diferente signo. No será lo mismo verse envuelto en una atmósfera administrativa que en un taller de manualidades, o de vestuario deportivo, o dentro de una compañía lírica. Los niveles de emotividad a los que se puedan suscribir dentro de cada uno de los estadios mencionados, van a mostrar un gesto algo diverso entre ellos. Habrá algún detalle que podría unificar sensibilidades, y ese sería el grado de emoción que cada quien ponga o le venga dado en las labores y compromisos que elabora un operario dentro de una empresa que le paga. Pero no vamos a tratar en esta descripción de cuán grande o exiguo haya de ser el grado de emoción que tendría uno que hacerse sentir durante la labor que tenga asignada en su puesto de trabajo. Más bien será el nivel de implicación y compromiso que el trabajador tenga ante su tarea de creación. La emoción no está en el menú voluntario de los sentimientos, no se elige, simplemente te llega si conectas, y se siente no precisamente cuando uno lo desee.

Las emociones pueden afectar al comportamiento de los colaboradores en el lugar de trabajo. Los sentimientos y el carácter general de un empleado tienen un impacto significativo en su rendimiento laboral, en su habilidad para tomar decisiones, en su aportación para fomentar el espíritu de equipo, su estilo de liderazgo, en su productividad. Frente a los psicólogos cognitivos, para quienes las emociones parten de una evaluación cognitiva, se defiende la idea de que la cognición (la razón) sólo ocupa un modesto papel frente a emociones y pasiones bien sentidas. El realizar una tarea manual con mis propias manos y tomar alguna perspectiva para a su fin ponderarla, y tras sentirla felizmente acabada, me lleva inexorablemente a encontrarme con la emoción.

Los cantantes y actores, entre otros colectivos artísticos, son seres que, de alguna forma y moralmente, están obligados a mover los afectos de sus audiencias mediante sus trabajos. Es como normalmente se le llama al acto de emocionar. Se deben, aun siendo artistas, y como todo trabajador, al mandado de su empresa, al rigor de las normas de la organización (teatro, auditorio, coliseo) y a las sugerencias de sus superiores (directores musicales, escénicos, sastres). Y ello, con el compromiso tanto individual como global de acercarse lo más posible a la excelencia canora, actoral y musical, que ha de hacerse presente en la mente y en la voz del artista durante su participación escénica.

El trabajador actor ha de saber controlar su representación cuando va envuelta de sobrada emoción, para que no le trascienda, es decir, controlará su dosis. Primero: para que no se le vaya el ronzal emotivo de las manos, pudiéndosele de esa forma quebrar la voz. Y, más tarde, para poder llegar hasta la fibra vibrante de su auditorio, haciéndosela titilar largo e intenso al espectador. Habrá ocasiones en que el artista no llegue a emitir grado alguno de emoción. Tendremos que achacarlo a dos situaciones, ambas muy comprensibles. Primera: la obra no atesora en su intestino joya alguna que brille ni emocione. Segunda: puede ser que esté pertrechada de material emotivo suficiente para derramarlo con generosidad por su audiencia, pero el artista no haya podido o sabido sacar de sus adentros expresión alguna que la encienda.

La emoción, como todo lo grande, tiene alguna contraindicación para aquel que se faje con cualquier trabajo. Si se quebrara la acción en el mientras tanto, habrá que parar, tomar distancia, restañar la fuga y reanudar la obra con más control, sin que afecte a nuestra autoestima. No contamos con audiencia alguna pesimista, salvo con nuestra autocrítica, que es la más severa. Que siga procurándonos gloria ese grato estado de emoción, y lo devolvamos en cada trabajo que nos represente, límpido y titilante al receptor, bien sea espectador o cliente, así como al ávido y anhelante de pálpito afectivo.

Mario Valdivielso, autor de ‘Abierto por emociones’ (Ed. Círculo Rojo, 2021).

Mario Valdivielso es barítono y profesor de técnica vocal. Licenciado en Ópera y Concierto por el Real Conservatorio de Música de Madrid, cursó el Máster de Ópera en Escena, en la escuela de música Mannes, en Nueva York. Valdivielso acaba de publicar el libro Abierto por emociones (Círculo Rojo, 2021). Cada uno de sus 15 capítulos se acompaña de un código QR que deriva a un vídeo que complementa el relato. El libro se puede adquirir también en la web del autor, cliqueando aquí.

 

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